sábado, julio 08, 2006




El Aviador
Visiones por encima de las nubes

Por Héctor Mendoza


Después de ver la película basada en la vida del magnate, cineasta, inventor y aviador Howard Huges, una pregunta se impuso ¿por qué decir que se trata del caso de una persona que padece de trastorno obsesivo compulsivo (T.O.C.)? ¿Cómo se relaciona esto con lo propuesto por el psicoanálisis con respecto a lo obsesivo? Se que muchos dirán que resulta innecesario hablar de diagnósticos psiquiátricos, pero justamente el seguir la pista de las excentricidades de Huges, más allá de llamarlas “manifestaciones de su T.O.C.”, nos permiten reconocer el genio y el carácter visionario como características intrínsecas en este caso. Así, en lugar de ser la historia de un hombre contra la enfermedad, es la historia de un hombre visionario, donde la enfermedad es la forma que tiene de ser hombre.

La historia bien ser podría llamar “apuesta por una visión”, y es justamente en lo concerniente de la apuesta que ya no nos encontramos en el terreno de la vulgar neurosis obsesiva (resaltamos lo vulgar en animo de devolverle al obsesivo lo cochino y obsceno de su pulcritud), ya que lo que brilla de esta es la incapacidad de apostar, siempre se juega a lo seguro, lo cual no es jugarse nada.

¿Por qué Huges necesita 26 cámaras para filmar su secuencia de vuelo? “¿No le parecen que ya tiene bastantes?” pregunta un ejecutivo cuando Huges le pide prestadas dos cámaras más. Huges responde que no, que necesita 26 para que sea perfecta. Muy bien podríamos decir, “¡claro, el típico obsesivo perfeccionista!” frase que borraría el carácter básico de la perfección del obsesivo, que se acomoda perfectamente a las convenciones sociales. El niño que le dice a la maestra que ese día había dicho que sería el examen, ya que no puede soportar el olvido, el error, la falla, la imperfección que puede pernear la ley, así que se vuelve el soporte de ayuda a la ley. Una cosa es no soportar la aparición de la falla y otra cosa es apostar por una visión “personal”. Huges le apuesta al futuro, Huges ve el futuro en tiempo presente. De hecho se anticipa a la forma de hacer películas en Hollywood, recordemos que la escena que nos presenta una imagen del mundo virtual, la tan recordada escena “bullet time” en “The Matrix”, fue filmada con 120 cámaras.

Tal vez el único problema de Huges es no poder parar de pensar, de ver y hacer. En los momentos de triunfo donde todos están celebrando, Huges sigue ideando. De nuevo podríamos pensar que muy obsesivamente no disfruta, la perfección impide que sienta placer lo cual se aplica a mucha gente pero no a Huges, en él se da el fenómeno de dos posibilidades, o el producto final no se asemeja a la visión que tenía o ya tuvo una nueva visión que seguir. La diferencia sustancial entre la reacción de Huges y la del neurótico obsesivo es que la culpa-deuda-pena-duda característica de este último no aparece en el aviador.

Precisemos que obsesión, o conducta compulsiva no dice nada por si misma, sino solo nos dice que alguien esta preso entre las redes de un determinado discurso que implica la relación del sujeto con respecto a un objeto, sea el de la “adrenalina” estilo el “Mocha-orejas”, sea la deuda del padre estilo el “Rat-Man” o sea las visiones del futuro estilo “Aviador”.

Lo interesante del caso que construyen DiCaprio y Scorssese en “el Aviador” son los recuerdos, podríamos decir, la fantasme de Huges siendo un niño con su madre. Los recuerdos nos muestran una escena donde un niño es bañado por su madre mientras ésta le explica que las infecciones que puede contraer por las enfermedades que hubo en el sur del país. Lo que más llama la atención es que no aparece la actitud frenética de aquella “psicosis del ama de casa” de la que habla Freud. Vemos a una mujer que tiernamente enjabona y limpia a su hijo, de manera erotizante. No es la escena de “¡limpia tu mancha!” culposa de los neuróticos, sino del acto erótico con tema de previsión y prevención, es decir, acto con la mirada puesta en el futuro. Lo que nos trae a dos reacciones de lavarse las manos. Desde la neurosis regulada por la culpa, “me lavo las manos porque me siento sucio”, hasta la paranoia, “me lavo las manos porque me atacan, me persiguen y me infectan por no compartir mi visión”, el lavarse las manos no podemos decir simplemente que es una compulsión por la limpieza.

El aspecto más significativo de que Huges dista mucho de ser un obsesivo compulsivo es la relación con el dinero. Huges tiene mucho pero nunca es lo más importante sino solo en relación con la visión. La gran diferencia entre los obsesivos y Huges es que él apuesta el todo por el todo y “no esta saliendo de una cuando ya se metió en otra”. Para los obsesivos la mejor palabra clínica y técnica que los define es la expresión mexicana de ser “culo”. Cuando se dice que alguien es “bien culo”, se alega a lo cobarde y lo mezquino, es decir, se alude aquel que no apuesta, ni presta; que no juega por temor a mancharse y quedarse sin nada y que prefiere no ganar con tal de no arriesgar; cuya fantasía de si estuviera en el campo de guerra (el campo de la vida podríamos decir) se haría el muerto para sobrevivir.

Las obsesiones de Huges, aquello que lo toma, que lo encanta, son lo que lo coloca como fuera de serie, fuera de este mundo. Huges fluctúa entre este tiempo y el futuro. Filma la película más cara, en realidad establece un record de apuesta en el terreno del arte cinematográfico y abre el campo para otros cineastas visionarios. Cuando Huges vuela, lo hace por encima de las nubes y establece la forma de ir más allá, se aleja del centro cómodo de la realidad por lo que todo en él son excentricidades. Sus viajes y “sus viejas” dan cuenta de que se la puede pasar demasiado bien. De nuevo el gran villano de la película en el caso de los visionarios es esta figura todopoderosa que atrapó a Huges, la Corporación, podríamos precisar, el Estado Corporativo. Por más emprendedor que fue Huges topó con el sistema Estado-Corporativo y su ideología base, el monopolio[1]. No es extraño que el momento en el filme cuando Huges se recluye sea cuando El Estado-Corporativo lo quiere incorporar y succionar su visión como parte de La visión y La misión de la Empresa, lo que conlleva a la muerte de los sueños al establecer el “sueño oficial”.

Si tuviéramos que terminar con un diagnóstico para Huges le adjudicaríamos el sanbenito de “visionario”, al estilo de otros como Daniel Paul Schreber, John Nash y Newton, reconociendo en su discurso uno que ciertamente se aleja de la realidad. Cerramos este escrito recordando el slogan del caso construido por DiCaprio y Scorssese: “algunos hombres sueñan con el futuro, él lo construyo”.

Una visión más

En el documental “La aflicción de Howard Huges: Trastorno Obsesivo Compulsivo”[2] se mencionan frases interesantes por parte del Médico que asesoró a DiCaprio en la realización de la película. Una de estas frases es la siguiente: “Lo perverso del TOC es que cuando intentas alinearte haciendo lo que ese mensaje erróneo te ordena te desalineas aún más”. El mismo DiCaprio nos presenta algo del porqué le agradó y llamó este personaje de la vida real: “quise comprender cómo era tener esos rituales y tener en la mente cosas que necesitas hacer hasta lograr una sensación de paz…traté de hallar la sensación correcta, consiste en ser capaz de armar esa frase de manera... tiene que ver con la fonética y la forma de decirlo para que la frase salga de tu boca de manera perfecta.”

El médico consultor de la película Jeffrey M. Schwartz menciona “el punto clave para entender el Trastorno Obsesivo Compulsivo es que la razón por la cual la persona tiene estos pensamientos intrusos y necesidades es debido a un desequilibrio químico en su cerebro. Se puede ver la actividad excesiva. Hasta que no se los enseñas, no lo saben.”

Otro dato del caso lo proporciona Donald L. Barlett, co-autor del libro “Howard Hughes: His life and Madness”: “uno de los detalles sobre las fobias por los gérmenes es que su madre era particularmente obsesiva al respecto. Hay cartas que ella escribió a las colonias de verano a las escuelas privadas…” y completa el otro co-autor James Stele: “le escribió al jefe de exploradores toda clase de cartas sobre: “asegúrese de que no se acerque a nadie con enfermedad contagiosa.” Y siempre le preguntaban a él: ¿Notaste algún cambio en tu bienestar? Estaban muy preocupados por su bienestar. Así que a muy temprana edad se dio cuenta de que los gérmenes, los insectos y cosas por el estilo pueden causarle problemas Eso es lo que le inculcaron.”

Los pacientes que salen a cuadro hablan un tanto diferente con respecto a su obsesión y compulsión con relación al tema compulsivo de Hughes. Uno de ellos menciona que no tiene el “síntoma del sentimiento de contaminación” sino otros, por ejemplo el “síntoma de la repetición”. Si reducimos el síntoma como signo médico solo palomeamos en el recuadro que dice “conducta compulsiva”, sin embrago cuando es un discurso nos encontramos algo diferente. Este mismo paciente lo dirá así: “Me preocupa lastimar a alguien. Al salir de una tienda o un lugar público miro hacia atrás o regreso para ver si todo esta bien, y lo hago una y otra vez.” Otra paciente, Zog, menciona: “Al principio me arrancaba el pelo y luego tuve miedo del pecado, cualquiera que sea mi definición de pecado, pasaba horas y horas rezando.” La tercera paciente dice: “toda mi vida ha sido una llena de ansiedad y concentración en fragmentar cosas. Por ejemplo, detrás de ti hay un póster y en mi mente se esta dividiendo y… trata de ordenarlo de una forma simétrica.”

Sin embargo para estos pacientes, la terapia que ha funcionado es la más paradójica posible, el doctor Schwartz la explica así: “En la nueva era, lo que es particularmente poderoso es saber que puedes utilizar la percepción consciente (mindful awareness) y el poder de la atención focalizada para cambiar lo circuitos cerebrales. Y cuando se usan los medicamentos son para mejorar la concentración conciente, no solo para tratar los síntomas.”

En un panel de discusión sobre el Trastorno Obsesivo Compulsivo realizado el 2 de diciembre de 2004[3], varias sorpresas anunciadas aparecieron, algunos sabían lo que decían otros afortunadamente no lo sabían. Leo DiCaprio dice: “Recuerdo que de niño caminaba de regreso por una cuadra para pisar una grieta por ese mismo sentimiento (hacer algo una y otra vez). En cierto momento de mi adolescencia me dije a mi mismo: Esto es completamente innecesario. Llegarás tarde a la escuela. Basta.” El doctor Schwartz, el anfitrión del panel llega con dato impresionante: “Aunque tu cerebro por conexión genética te envía estos sentimientos en lo que trabajé tan duro con Marty y Leo fue que en esta época sabemos que el cerebro invalida estas señales y que nos permite cambiar el funcionamiento del cerebro y cambiar cómo se expresa el genoma. Estamos en la época de la conciencia cuidadosa (mindful awarness)…Lo que queríamos que hicieran no era imitar, no era arremedar no ver a la persona con trastorno obsesivo compulsivo como se ve desde fuera sino ser una persona con trastorno obsesivo compulsivo…Y ahora sabemos de múltiples estudios de la imagen del cerebro de los cuales algunos los hizo mi amigo Mario Beauregard de la Universidad de Montreal que cuando un actor interpreta a un personaje, la sangre fluye en su cerebro y la serotonina de su cerebro adopta las misma características, del paciente que representa. Su cerebro, en una palabra, se convierte el cerebro del que lo padece.” Con esta declaración el doctor Schwartz ubica fuera del campo de la psiquiatría el problema que encuentran en el trastorno obsesivo compulsivo. El cerebro se vuelve una expresión del sujeto, no el sujeto en sí. El doctor Scwartz dijo sin querer que la tendencia de la psiquiatría y lo psi institucionalizado de cada vez más fundirse con la neurología van por mal camino, ya que solo tendrá “cerebro de TOC” quien actúe, ejecute ritos y siga el discurso del “TOC”.

Serán las aportaciones del cineasta Martín Scorsese las que arrojan lecturas importantes en el tema. Las primeras son de orden artístico. Comenta que le importaban los puntos de vista de los objetos, por ejemplo la escena donde Hughes mira hacia unas toallas y después las toallas lo miran a él. “Cómo el ambiente lo mira a él” eran las escenas que le importaron a Scorsese. Pero un nuevo elemento introduce: “Creo que todo se convirtió en un ritual religioso. Y luego lees Golden Bough y entiendes esos elementos básicos. El concepto de la magia, ¿Qué es primitivo en la magia? ¿Qué es la efigie de cierta persona? Y la idea de un muñeco vudú que se convierte en algo. Parece que es algo que esta presente en cada cultura. Parece haber algo en nosotros como seres humanos que se relaciona con eso. Que tiene una necesidad del sentido “mágico”. Algún tipo de indulto o repliegue del caos del Universo.” Para después ser interrumpido por los comentarios del Doctor Meter Whybrow, director del Instituto de Neuropsiquiatría de UCLA que interpreta lo dicho por Scorsese como: “Creo que los seres humanos estamos desesperados por el control.” Ahí estriba la gran diferencia entre el arte y la ciencia. Mientras una apunta a lo místico y mágico del humano la otra busca, analiza y controla el control. ¿Será que la única forma de no tratar al obsesivo es por medio del control sino de no-control? Ciertamente Hughes, esta por encima de eso.

[1] ¿Será el Monopoly el juego de los niños postmodernos?
[2] Documental que se incluye en el DVD “El Aviador”.
[3] También incluido en el DVD “El Aviador”

¿Qué es lo que las mujeres hacen mejor?
Por Héctor Mendoza

Hace unos días me invitaron a una obra de teatro llamada “Ellas lo hacen mejor”[1]. Dicho título provocó en mí una doble reacción. Por una parte, me preocupaba que la obra solo tratara la típica “guerra de los sexos” y que solo se sostuviera el estandarte feminoide “contra ellos”. Por otro lado, además de la invitación, me llamaba el título a repensar el problema de la mujer y su hacer, ya que dos frases recordaba con ese “lo hacen mejor”, dichas frases mencionadas por el psicoanalista Jacques Lacan en una conferencia sobre “el síntoma”: “La Mujer no existe” y “las mujeres analistas son las mejores. Son mejores que el hombre analista”. Al terminar la obra quedé sorprendido y me pareció haber visto una rendija por la cual se puede salir del atolladero de “la lucha de los sexos” que el discurso políticamente correcto propone. La salida se encuentra en el mismo lugar donde Freud inventó el psicoanálisis, en las palabras de las mujeres.

Resalta de la obra su estructura de monologo. ¿A qué invita un monólogo? A que la audiencia se involucre, que la cuarta pared se desmorone y seamos involucrados. La anécdota es relativamente sencilla. La protagonista es una psicóloga, Teresa, impartiendo un taller de superación profesional. En el transcurso del taller, la protagonista lo aborda de la mejor manera, dando cuenta de que no es experta en el tema ya que habla de sus errores, comienza a hablar de su vida. El taller se vuelve una sesión terapéutica para la propia protagonista. Sus gritos, desesperación, risa y llanto nos hablan de una mujer y su drama, haciendo hincapié en la sociedad machista como la culpable de mucho de su sufrimiento. Algo que brilla por su ausencia son los temas de la equidad legal, laboral y económica lo que coloca la tragedia de la protagonista en una dimensión que nos permite abordar mejor el drama actual que por reduccionismo se mete en el saco de la “violencia contra la mujer”. El taller se transforma en los problemas amorosos de la mujer, de esta mujer que nos habla.

La obra comienza con la protagonista diciendo que es un hombre. La propuesta es encantadora. Menciona que es un hombre porque “así será tomado en cuenta lo que dice ya que en el mundo machista lo que dicen las mujeres no importa, sin embargo lo que dice un hombre siempre es tomado en serio por su propia condición de hombre”.

Desde el psicoanálisis esta artimaña de “transformarse” en hombre resulta familiar. Si pensamos en las histéricas (hombres y mujeres) que atendió Freud encontramos este “ser el hombre” para la expresión de los síntomas. No estamos diciendo que se hagan conviertan en hombre sino todo lo contrario, que la forma de la feminidad pasa por la masculinidad, se cree que el deseo es saciado haciendo lo que los hombres hacen ante el supuesto que ellos lo hacen por ellas, por lo que es en ellas más que ellas mismas. En ese sentido el machismo se reduce a la frase de una madre diciéndole a su hija “Mi hijita, los hombres solo quieren aquellito” (o a la Freud llamándole al gato, gato).

Cuando creemos que se atiende aquello que los hombres dicen nos quedamos atrapados en el machismo ultranza, “todos los hombres son iguales”. Podríamos pensar que el mismo hombre que cree en lo que dice se altera en si mismo, se atiende y no se escucha.

¿De donde proviene esta creencia en el hombre? ¿De donde viene esta desconfianza en la mujer? Fácilmente podríamos decir que el machismo tiene la culpa y traer a colación la gran cantidad de estudios sociológicos, médicos y filosóficos que habla al respecto, podríamos llegar a las cifras de las muertas de Juárez y la violencia intrafamiliar como signos que apoyen una tesis que cae en un círculo vicioso ideológico. Vayamos mejor al discurso directo, vayamos a la obra.

¿Qué hacen ellas mejor? Hablar, quejarse, demandar. Escribo esto con la mayor cautela posible porque el tema esta tan manoseado que inmediatamente se encuentra una valoración en absolutos estilo “¡ah! ¡Claro! ¡Como es hombre dice eso!” La intolerancia se hace presente cuando no se puede ver más que el sexo que se supone. La forma de desatollarse es reconociendo la fisura del modelo. Al mismo Lacan le preguntaron “¿las mujeres son mejores analistas?, ¿mejores en qué? ¿Mejores cómo?” A lo que respondió “Las mujeres se adentran y lo hacen con un sentimiento muy directo de qué es el bebé en el hombre. Para los hombres es necesario un duro quiebre.” ¿A cuál duro quiebre se refiere Lacan? Podríamos jugar con la noción del falo y la mejor forma de acercarnos al problema es con lo mismo que nos convocó, “lo hacen mejor”.

Hagamos hincapié en el hecho de que en la frase “lo hacen mejor” lo que se pone en juego es la potencia. ¿Quién hace mejor el amor? ¿El hombre o la mujer? Solo el hombre podríamos decir, ya que con relación a la potencia solo los hombres se dividen en potentes e impotentes. “Él lo hace mejor”. Sin embargo, no estamos diciendo con esto que las mujeres lo hacen peor, sino que ellas no-lo hacen mejor. Frente al desempeño en el acto sexual (jugamos con la insinuación sexual de la frase “lo hicieron”, que sin ninguna otra explicación se puede asumir la función fálica) la potencia de la mujer no esta presente, ella entra al goce sexual no-toda, no-toda fálica. Al ubicarse en el lenguaje como pasiva-se le hace-pasional no hay nada que probar. Resulta interesante desde esta óptica los dos más grandes problemas sexuales en una sociedad como la nuestra: impotencia y anorgasmia. En las sociedades posthumanas donde la equidad es un hecho y el machismo ha sido erradicado distribuye estos problemas sexuales de manera inversa, las mujeres cogen como hombres y los hombres como mujeres, por lo que “ya no hay hombres como los de antes”.

Amor y sexo se entrelazan, no se mezclan, ni hacen relación, se ofertan y se demandan. El psicoanálisis ha sido de esas pocas disciplinas donde el amor es un tema de interés, donde no se le teme o cuantifica, o se propone un “amor inteligente”, sino se aborda desde su dimensión de ilusión, de ficción real, de puesta en escena, y, así, ya volvimos al teatro.

En la obra, Teresa comienza hablando de la primera relación con un hombre y fue su padre. El era “un artista” aunque para él, ella era “solo un estorbo y nunca recibió una palabra de cariño o reconocimiento”. Después explica que esa relación la marcó debido a lo descubierto por Freud, a saber, el Complejo de Electra. Bien sabemos que Freud nunca estuvo de acuerdo con el término, ¿por qué? La denominación pondría en equivalencia la vida amorosa del niño y el de la niña, “los nenes con las nenas y las nenas con los nenes”, los niños y su Edipo y las niñas y su Electra. La precisión Freudiana es en el punto inicial. ¿Cuál es el primer objeto de amor? La Madre con los niños, y después no encontró razón para pensar que fuera diferente con la niña. El amor empieza por la vía de la Madre en ambos casos, por lo que en la niña no existirá el complejo de Electra sino un Edipo femenino. Desde un inicio el trance de devenir mujer es un camino que se distingue por un detalle, buscar un objeto no-todo.

Al que me llamó la atención en unos comentarios después de la obra fue que se resaltaba el hecho de que la obra fue escrita por un hombre y dirigida por un hombre. La precisión que me parece pertinente es que la escribió un escritor y la dirigió un director, donde la función supera el género. Podríamos pensar que influye en ese decir el que sea hombre o mujer lo cual es cierto, sin embargo esos supuestos se aplican a cualquier sujeto. Es decir, cuando el escritor se reconoce como hombre toma un objeto supuesto que también puede percibir una mujer, cuando habla en la obra una mujer, el supuesto también opera. Con todas las letras, ahí, habla una mujer, se mueve una mujer y actúa una mujer.

El final de la obra me parece digno de resaltar y es el encuentro con la Otra Mujer. Muy edípicamente (el de Sófocles) el flash back de Teresa la lleva con su madre justamente al ser madre en ella misma. ¿Por qué Freud menciona como única salida de la mujer ante la envidia del pene el ser madre? Podríamos ser ingenuos y leer “envidia del pene” como “las mujeres quieren un pene”, en lo que pondríamos demasiada atención al pene y no a la envidia. La envidia no se calma cuando decimos lo que queremos y nos lo dan. La envidia (de la mala por que la otra es peor ya que es una mentira defensiva) nos construye como sujetos, el objeto nos edifica cuando nos hace ojitos. La envidia no necesariamente será de la mujer hacia el hombre sino establecerá los tres elementos básicos de la relación de objeto: La madre-el falo-el niño.

Envidia del pene en la mujer, angustia de castración en el hombre serán los posibles intentos de solución neuróticos que Freud designará en el sepultamiento del complejo de Edipo. De ahí que lo que se haga en el sendero de aliviar la envidia, el propio envidiar, siempre llevará al hacer, al crear y la expresión del amor, amor de ser amada. Mientras que el amor del costado de los hombres se ubicará en el sendero de la potencia.

Ellas lo hacen mejor por que lo no-hacen, no deben hacerlo y eso hace que se brille. En el psicoanálisis, para su práctica, eso cuesta trabajo al hombre ya que se juega en la posición del objeto causa de deseo, no en el objeto de la vulgar potencia.

Si una cosa queda clara en la obra es que los “consejos” que da la protagonista se aplican solo a ella y su vida. De tal forma que solo la envidia del espectador, la histerización y el hacer algo con ello provoquen el cambio cuando alguien en la audiencia se diga “¿por qué no soy como ella?”

[1] "Las mujeres lo hacemos mejor" De: Roberto Ramos Perea Dirección: Alejandro Alonso Actúa: Claudia Abrego. Sinopsis: ** ¿Y… qué es lo que hacemos mejor?... TODO. Con una alta dosis de humor e ironía, esta obra lleva al escenario la problemática sobre la identidad femenina. Claudia Abrego interpreta a Teresa… Ella es psicóloga, esposa, amante, madre, pero sobretodo MUJER.