domingo, noviembre 04, 2018




Rapsodia Bohemia: Any way the wind blows

La película “Bohemian Rhapsody, la historia de Freddie Mercury” (2018. Dirigida por Bryan Singer) intenta, como dice su explicativo subtítulo en nuestro país -imaginamos para mantener el título de la mítica canción en inglés-, ofrecer una mirada a la vida personal del legendario cantante principal de la banda “Queen”, desde su formación hasta la cumbre de su éxito y reencuentro para el concierto de Live Aid. Lo mejor de la película, además de revitalizar a la música de Queen y reconocer su valor musical en retrospectiva, es presentarnos, en la forma amable y amorosa de la ficción, el conflicto en la vida de Mercury, esa tensión de dos mundos en los que circulaba y cómo buscaba conciliarlos. Tomemos por ejemplo la respuesta de Freddie a la pregunta de Reid sobre qué hace especiales a Queen: “Somos cuatro desadaptados que no se parecen entre sí que están tocando para otros desadaptados. Son los marginados, sentados justo al fondo de la sala. Estamos bastante seguros de que ellos tampoco se parecen entre sí. Les pertenecemos a ellos”. Esa respuesta llegará a su máxima expresión en ese canto “We are the Champions” donde además del significado de Campeón como aquel que ganó en una competencia o justa, la palabra se refiere más al honor que se adquiere de ser el defensor de una causa, defender a un pueblo. Queen se declara abiertamente como los defensores de los desadaptados.

Se muestra esa desadaptación y lo que cuesta a Freddie y la banda al lograr música extravagante e innovadora, pero estando siempre al borde de ser ridiculizados y rechazados -¿Cómo atreverse a querer ser la imagen y la voz de un grupo de Rock con “semejantes dientes”? Vemos el contraste entre un Freddie desinhibido, provocador y encantador en el escenario y el tímido y contenido en la vida familiar y de pareja. Freddie requiere construir a “Freddie Mercury” no solo como nombre artístico sino como un acto de liberación (Break free) de su identidad como Farrokh Bulsara sin confrontar agresivamente a sus padres y su herencia Parsi. Es en este sentido que la canción que da título a la cinta es -en nuestra lectura- un bello himno al angustiante costo de un acto de liberación, de reelaboración, que toca tanto al inmigrante, a la diversidad sexual como al rumbo profesional o aquello que alguien decida hacer de su vida y transformarse.

Freddie canta desde la “enigmática letra” de Rapsodia Bohemia que se encuentra en un momento “derrumbe”, “deslave”, de confusa transición (Is this the real life?, Is this just fantasy? Caught in a landslide, No escape from reality). Sabe que su vida cambiará y cuando se emprende un cambio, el hombre que uno era debe morir (Mama, just killed a man… Mama, life had just begun). Sin embargo, ese cambio -¿cómo todos?- es doloroso y angustiante tanto para él mismo como para su familia que perderán algo al ya no ser lo que se esperaba de él (Mama,… Didn't mean to make you cry… Too late, my time has come. Sends shivers down my spine. Body's aching all the time). Esta primera parte de la canción es desgarradora e íntima, Freddie con su voz y su piano nos trasmite lo difícil de esta decisión (Mama, ooh… I don't wanna die, I sometimes wish I'd never been born at all).  

Con lo que hemos dicho, es claro considerar que se trata de un manifiesto sobre “salir del closet”. Sin embargo, no se limita a la diversidad sexual, aunque claramente eso ya sería bastante, puesto que la revelación, la costosa salida del encierro de la sexualidad heteronormativa, es un acto político trasgresor; baste recordar la anécdota de la cancelación de un homenaje programado hace algunos años en Zanzíbar debido a su homosexualidad. Nos hubiera gustado ver incluida una anécdota de otro miembro de Queen, nos referimos al extraordinario guitarrista Brian May quien ha comentado en distintas entrevistas la resistencia y decepción de su padre por la elección de no continuar su brillante y prometedora carrera como astrofísico por dedicarse a la música. Así como la reacción de los padres de Freddie al aceptar al novio y posteriormente ver en la tele a su pequeño Farrokh encantando al mundo entero, nos hubiera gustado ver cuando May invita a sus padres a su presentación en el Madison Square Garden y final recibir la añorada aceptación de su padre (aún y cuando ese padre fue quien de joven le ayudó a construir su guitarra).

La Rapsodia sigue cuando operísticamente Freddie nos dice que la transformación altera a los dioses cuando no lo quieren dejar ir, de alguna manera nos dice que para devenir sujeto deseante es importante la desmitificación y arriesgar la excomunión (“Bismillah! No, we will not let you go (let him go!”) y como el epígrafe de Freud en su obra donde se instituye analista («Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo») Queen cantará “Oh, mama mia, mama mia (mama mia, let me go) Beelzebub has a devil put aside for me, for me, for me”.

Finalmente Mercury sabe que las críticas aparecerán pero que tampoco es para tanto. Para concluir nos impacta una frase que se menciona en la película. A raíz de las críticas y censura del video "I Want to Break Free" donde aparecen parodiando una telenovela británica donde todos los integrantes de la banda personifican mujeres (¿reinas del hogar?) que gritan “Quiero liberarme”, son repudiados en Estados Unidos a lo que May le explica a Mercury quien es culpado por la “extravagancia” del video: “Ya sabes cómo son los gringos, pervertidos en privado, pero puritanos en lo público”. Esa frase nos invita a pensar la forma como esa sentencia de May opera actualmente donde en la globalización esa lógica gringa se vuelve fácilmente una ideología hegemónica donde el neopuritanismo crea esa polarización de donde el deseo de los marginados se relega a la clandestinidad y lo políticamente correcto pasa de ser su campeón al perseguidor de todos. Se requieren artistas como Queen que abrazaban su extravagancia y llegaban a lo subversivo aún que fueran populares sin que negar su glamour y sueños como el otro polo conservador de la anarquía. ¡Dios Salve a las Reinas!