Me permito subirme al “tema
tendencia” o mejor dicho “el tren del Mame” -antes de que se me vaya y lo
pierda- y comparto sobre lo que me gustó de la serie de Netflix creada por
Manolo Caro “La Casa de las flores”. Hay muchos detractores tildándola de no
ser más que una telenovela de Televisa que ha invadido Netflix (“¡Pinche
Netflix, yo ahora pago para no ver esas mierdas y tú me traicionas!”). Otros la
ven simplemente con el intento región 4 -una mexicana “wannabe”- de series de
humor negro como “Esposas desesperadas” o “Six Feet Under”. Como siempre, las
reacciones pasionales de los haters siempre hacen visible la verdad fascinante
de aquello que los provoca al mismo tiempo de consolidar su éxito (En los
tiempos de las redes sociales, un signo de éxito es la reacción pasional de
haters).
El propio Manolo Caro define su
serie como “un melodrama con tintes de comedia negra. Tenemos que entender que
el melodrama no tiene nada que ver con la (tele)novela que nos han vendido la
industria todos estos años. Yo no soy un crítico de telenovelas, al contrario,
me acuerdo de escabullirme y ver Corazón Salvaje o Cadenas de Amargura, o la
repetición de Cuna de Lobos… La Casa de las flores es lo más hilarante que he
hecho, pero su estructura es la de un melodrama, es sobre una mujer que quiere
mantener unida a su familia… al final del día el núcleo familiar,
independientemente de cómo sean nuestras vidas, siempre va a ser un pilar que
va a sobrepasarte a ti y a las relaciones que tienes.” Entrevista en la revista
EMPIRE en español. Agosto 2018.
Siguiendo lo anterior retomo lo
que me gustó y valoro de la serie (aunque también haya muchas cosas que no me
gustaron como las actuaciones de Yazbek y Derbez entre otras, pero quiero concentrarme
en las flores y no en la maleza). Primero, como televidente de los ochentas,
confieso mi deleite de las telenovelas como las que comenta Caro, un momento
donde el melodrama heredero del cine de Oro mexicano llega a su momento más
alto cuando utiliza los recursos del medio televisivo. El melodrama permite que
se aborden temas muy familiares. De un tiempo para acá, la televisión abierta
nacional parece que se creyó que las audiencias consumirían todo olvidando que
construían historias. El ejemplo más claro es, en una estrategia del
hiperconsumo, la tendencia de alargar y transformar la historia original
dependiendo del siempre engañoso “Rating”. O se dejó de confiar en el género de
la telenovela cuando se pensó que parte de su encanto era que fuera acartonada
o chafa, como lo demuestran los últimos intentos de hacerlas violentas o de comedia
lo que sigue siendo muy conservador. Lo que me gustó de “La Casa de las Flores”
es que es notable la construcción de una historia con un estilo muy marcado,
inmediatamente reconocible para los que hemos seguido la trayectoria de Manolo
Caro, aunque en un tono más amable.
Lo que olvidan los Haters es que
el melodrama de corte telenovelezcos, toca lo mexicano, como dirá en muchas
ocasiones Guillermo del Toro cuando filmaba “La forma del Agua” o “La cumbre
escarlata” donde recuerda la inspiración en las películas de Pedro Infante y
Marga López. Con toda proporción guardada, lo que hace Cano con su “Casa de las
Flores” a las telenovelas es muy parecido a lo que hizo Damien Chazelle en “La
La Land” con los musicales. Recupera su narración y estética pero lejos de
atraparse en la nostalgia amorosamente los cuestiona, algo que solo un
verdadero fan puede hacer, de alguna manera el verdadero seguidor es un blasfemo.
Confieso que la última vez que disfruté una telenovela en televisión abierta
fue “Mirada de Mujer”, justamente por lo que ahora hace “La Casa de las Flores”,
siguiendo las convenciones del género toca uno de sus punto torales pero nunca
del todo recorridos, en aquel caso la clásica noción de un “amor prohibido”
pero con la peculiaridad de ser una mujer madura con un joven. En Netflix, el
otro gran éxito de la temporada en México, “Luis Miguel La serie”, podemos
considerarla como otra con el formato de la telenovela pero en los temas es
mucho más conservadora al presentarnos personajes unidireccionales: el padre malo
Luisito Rey -único explotador en un ambiente limpio, lleno de puros buenazos
como Emilio Aazcarraga, Hugo López y Raúl Velazco- y el hijo bueno Micky
(¡Coño!) que es noble, sufrido (solo se enoja por traición de Mariana y la
periodista) y accesible (no usa guaruras).
Así vamos a lo que más me gustó
de la serie después de la propuesta estética muy a lo Manolo Caro: los temas
que toca. Pudieron hacer sido mejor tocados o con otro estilo, pero ahí que
quede para que otros tengan diversas propuestas. Lo interesante es que al menos
entran en un lugar donde no se esperaba que estuvieran, los secretos de “La
Casa de las Flores” son los que constituyen los cimientos no visibles de esta bella
familia mexicana perfecta (me encantaría ver una versión de una familia sampetrina
¡“tipo bien” goeey!). La parte de la crítica a esa clase acomodada me gustó
mucho desde el que haya una Casa de las Flores oculta (el cabaret y la casa
chica) que se presentan como los cimientos emocionales y económicos de la Casa
Bien, la Casa Grande. Además de la polémica actuación de Cecilia Suarez cuya
forma de hablar nos recuerda que actualmente “Los Ricos ya no lloran” porque
están “EnTalifalados” (Le agradezco a Caro ese gesto ya que ya sé cómo imaginar
que hablan todas esas “Caras” que dicen “Hola” en las revistas de la gente
bien).
Las dos escenas que más me gustan
de la serie tiene que ver con la magistral Verónica Castro. Así como el
ejercicio de “metarealidad” de G. Iñarritu en “Birdman” con Michael Keaton,
Caro logra ese efecto al poner a la reina de las telenovelas como la mamá, la
generación a la que le habla Caro no son solo a los millenials sino a sus
padres de bulbos y transistores, y así también a una industria televisiva que
no sabe como seguir vital en los tiempos del streaming. La primera escena es
cuando Madre e Hijo de la Mora -obvio pero efectivo juego de palabras para
hablar de la moral y la doble moral- dan una entrevista a partir de la
viralización de un video donde el hijo tiene sexo con un hombre y una mujer. La
madre intenta proteger del “Escandala” a su hijo tratando de desprestigiar a la
familia de la novia que filtró el video, sin embargo, termina reconociendo que
acepta a su hijo siempre y en cualquier condición. Muchos podrán argumentar que
ese tipo de mensajes en nuestros tiempos solo producen morbo o son
políticamente correctos. Mi posición aquí es desde la clínica, donde vemos una
y otra vez que esa “batalla” por la visibilización de la diversidad no está, ni
por mucho, ganada. La discriminación y la segregación de la comunidad LG+ es
constante en nuestros tiempos y el punto más importante en lograr la aceptación
en es el seno familiar. Que una madre (de las telenovelas de antes) hable y
acepte públicamente de las preferencias sexuales de su hijo sigue siendo un
acto bellamente subversivo y político.
Por último, me quedo con las
escenas cuando canta la Vero, una canción de Yuri y otra de su hijo, el gallito
feliz. Ambas canciones es también una bella lección para las madrecitas
mexicanas que reclaman pasionalmente a su hombre y posteriormente se despiden
de ellos. Ambas canciones anticipan el final de la serie, Virginia deja de
sostener con sufrimiento la Casa de las Flores.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario