jueves, agosto 30, 2018

Los dos Pisos Morales de la Casa de las Flores


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Me permito subirme al “tema tendencia” o mejor dicho “el tren del Mame” -antes de que se me vaya y lo pierda- y comparto sobre lo que me gustó de la serie de Netflix creada por Manolo Caro “La Casa de las flores”. Hay muchos detractores tildándola de no ser más que una telenovela de Televisa que ha invadido Netflix (“¡Pinche Netflix, yo ahora pago para no ver esas mierdas y tú me traicionas!”). Otros la ven simplemente con el intento región 4 -una mexicana “wannabe”- de series de humor negro como “Esposas desesperadas” o “Six Feet Under”. Como siempre, las reacciones pasionales de los haters siempre hacen visible la verdad fascinante de aquello que los provoca al mismo tiempo de consolidar su éxito (En los tiempos de las redes sociales, un signo de éxito es la reacción pasional de haters).
El propio Manolo Caro define su serie como “un melodrama con tintes de comedia negra. Tenemos que entender que el melodrama no tiene nada que ver con la (tele)novela que nos han vendido la industria todos estos años. Yo no soy un crítico de telenovelas, al contrario, me acuerdo de escabullirme y ver Corazón Salvaje o Cadenas de Amargura, o la repetición de Cuna de Lobos… La Casa de las flores es lo más hilarante que he hecho, pero su estructura es la de un melodrama, es sobre una mujer que quiere mantener unida a su familia… al final del día el núcleo familiar, independientemente de cómo sean nuestras vidas, siempre va a ser un pilar que va a sobrepasarte a ti y a las relaciones que tienes.” Entrevista en la revista EMPIRE en español. Agosto 2018.
Siguiendo lo anterior retomo lo que me gustó y valoro de la serie (aunque también haya muchas cosas que no me gustaron como las actuaciones de Yazbek y Derbez entre otras, pero quiero concentrarme en las flores y no en la maleza). Primero, como televidente de los ochentas, confieso mi deleite de las telenovelas como las que comenta Caro, un momento donde el melodrama heredero del cine de Oro mexicano llega a su momento más alto cuando utiliza los recursos del medio televisivo. El melodrama permite que se aborden temas muy familiares. De un tiempo para acá, la televisión abierta nacional parece que se creyó que las audiencias consumirían todo olvidando que construían historias. El ejemplo más claro es, en una estrategia del hiperconsumo, la tendencia de alargar y transformar la historia original dependiendo del siempre engañoso “Rating”. O se dejó de confiar en el género de la telenovela cuando se pensó que parte de su encanto era que fuera acartonada o chafa, como lo demuestran los últimos intentos de hacerlas violentas o de comedia lo que sigue siendo muy conservador. Lo que me gustó de “La Casa de las Flores” es que es notable la construcción de una historia con un estilo muy marcado, inmediatamente reconocible para los que hemos seguido la trayectoria de Manolo Caro, aunque en un tono más amable.
Lo que olvidan los Haters es que el melodrama de corte telenovelezcos, toca lo mexicano, como dirá en muchas ocasiones Guillermo del Toro cuando filmaba “La forma del Agua” o “La cumbre escarlata” donde recuerda la inspiración en las películas de Pedro Infante y Marga López. Con toda proporción guardada, lo que hace Cano con su “Casa de las Flores” a las telenovelas es muy parecido a lo que hizo Damien Chazelle en “La La Land” con los musicales. Recupera su narración y estética pero lejos de atraparse en la nostalgia amorosamente los cuestiona, algo que solo un verdadero fan puede hacer, de alguna manera el verdadero seguidor es un blasfemo. Confieso que la última vez que disfruté una telenovela en televisión abierta fue “Mirada de Mujer”, justamente por lo que ahora hace “La Casa de las Flores”, siguiendo las convenciones del género toca uno de sus punto torales pero nunca del todo recorridos, en aquel caso la clásica noción de un “amor prohibido” pero con la peculiaridad de ser una mujer madura con un joven. En Netflix, el otro gran éxito de la temporada en México, “Luis Miguel La serie”, podemos considerarla como otra con el formato de la telenovela pero en los temas es mucho más conservadora al presentarnos personajes unidireccionales: el padre malo Luisito Rey -único explotador en un ambiente limpio, lleno de puros buenazos como Emilio Aazcarraga, Hugo López y Raúl Velazco- y el hijo bueno Micky (¡Coño!) que es noble, sufrido (solo se enoja por traición de Mariana y la periodista) y accesible (no usa guaruras).  
Así vamos a lo que más me gustó de la serie después de la propuesta estética muy a lo Manolo Caro: los temas que toca. Pudieron hacer sido mejor tocados o con otro estilo, pero ahí que quede para que otros tengan diversas propuestas. Lo interesante es que al menos entran en un lugar donde no se esperaba que estuvieran, los secretos de “La Casa de las Flores” son los que constituyen los cimientos no visibles de esta bella familia mexicana perfecta (me encantaría ver una versión de una familia sampetrina ¡“tipo bien” goeey!). La parte de la crítica a esa clase acomodada me gustó mucho desde el que haya una Casa de las Flores oculta (el cabaret y la casa chica) que se presentan como los cimientos emocionales y económicos de la Casa Bien, la Casa Grande. Además de la polémica actuación de Cecilia Suarez cuya forma de hablar nos recuerda que actualmente “Los Ricos ya no lloran” porque están “EnTalifalados” (Le agradezco a Caro ese gesto ya que ya sé cómo imaginar que hablan todas esas “Caras” que dicen “Hola” en las revistas de la gente bien).
Las dos escenas que más me gustan de la serie tiene que ver con la magistral Verónica Castro. Así como el ejercicio de “metarealidad” de G. Iñarritu en “Birdman” con Michael Keaton, Caro logra ese efecto al poner a la reina de las telenovelas como la mamá, la generación a la que le habla Caro no son solo a los millenials sino a sus padres de bulbos y transistores, y así también a una industria televisiva que no sabe como seguir vital en los tiempos del streaming. La primera escena es cuando Madre e Hijo de la Mora -obvio pero efectivo juego de palabras para hablar de la moral y la doble moral- dan una entrevista a partir de la viralización de un video donde el hijo tiene sexo con un hombre y una mujer. La madre intenta proteger del “Escandala” a su hijo tratando de desprestigiar a la familia de la novia que filtró el video, sin embargo, termina reconociendo que acepta a su hijo siempre y en cualquier condición. Muchos podrán argumentar que ese tipo de mensajes en nuestros tiempos solo producen morbo o son políticamente correctos. Mi posición aquí es desde la clínica, donde vemos una y otra vez que esa “batalla” por la visibilización de la diversidad no está, ni por mucho, ganada. La discriminación y la segregación de la comunidad LG+ es constante en nuestros tiempos y el punto más importante en lograr la aceptación en es el seno familiar. Que una madre (de las telenovelas de antes) hable y acepte públicamente de las preferencias sexuales de su hijo sigue siendo un acto bellamente subversivo y político.
Por último, me quedo con las escenas cuando canta la Vero, una canción de Yuri y otra de su hijo, el gallito feliz. Ambas canciones es también una bella lección para las madrecitas mexicanas que reclaman pasionalmente a su hombre y posteriormente se despiden de ellos. Ambas canciones anticipan el final de la serie, Virginia deja de sostener con sufrimiento la Casa de las Flores.

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