Rapsodia Bohemia: Any way the wind blows
La película “Bohemian Rhapsody, la
historia de Freddie Mercury” (2018. Dirigida por Bryan Singer) intenta, como
dice su explicativo subtítulo en nuestro país -imaginamos para mantener el
título de la mítica canción en inglés-, ofrecer una mirada a la vida personal
del legendario cantante principal de la banda “Queen”, desde su formación hasta
la cumbre de su éxito y reencuentro para el concierto de Live Aid. Lo mejor de
la película, además de revitalizar a la música de Queen y reconocer su valor
musical en retrospectiva, es presentarnos, en la forma amable y amorosa de la
ficción, el conflicto en la vida de Mercury, esa tensión de dos mundos en los
que circulaba y cómo buscaba conciliarlos. Tomemos por ejemplo la respuesta de Freddie
a la pregunta de Reid sobre qué hace especiales a Queen: “Somos cuatro desadaptados que no se parecen entre sí que están tocando
para otros desadaptados. Son los marginados, sentados justo al fondo de la
sala. Estamos bastante seguros de que ellos tampoco se parecen entre sí. Les
pertenecemos a ellos”. Esa respuesta llegará a su máxima expresión en ese
canto “We are the Champions” donde además
del significado de Campeón como aquel que ganó en una competencia o justa, la
palabra se refiere más al honor que se adquiere de ser el defensor de una causa,
defender a un pueblo. Queen se
declara abiertamente como los defensores de los desadaptados.
Se muestra esa desadaptación y lo
que cuesta a Freddie y la banda al lograr música extravagante e innovadora,
pero estando siempre al borde de ser ridiculizados y rechazados -¿Cómo atreverse
a querer ser la imagen y la voz de un grupo de Rock con “semejantes dientes”?
Vemos el contraste entre un Freddie desinhibido, provocador y encantador en el
escenario y el tímido y contenido en la vida familiar y de pareja. Freddie
requiere construir a “Freddie Mercury” no solo como nombre artístico sino como un
acto de liberación (Break free) de su
identidad como Farrokh Bulsara sin confrontar agresivamente a sus padres y su
herencia Parsi. Es en este sentido que la canción que da título a la cinta es
-en nuestra lectura- un bello himno al angustiante costo de un acto de
liberación, de reelaboración, que toca tanto al inmigrante, a la diversidad
sexual como al rumbo profesional o aquello que alguien decida hacer de su vida
y transformarse.
Freddie canta desde la “enigmática
letra” de Rapsodia Bohemia que se encuentra en un momento “derrumbe”, “deslave”,
de confusa transición (Is this the real
life?, Is this just fantasy? Caught in a landslide, No escape from reality).
Sabe que su vida cambiará y cuando se emprende un cambio, el hombre que uno era
debe morir (Mama, just killed a man… Mama,
life had just begun). Sin embargo, ese cambio -¿cómo todos?- es doloroso y
angustiante tanto para él mismo como para su familia que perderán algo al ya no
ser lo que se esperaba de él (Mama,… Didn't mean
to make you cry… Too late, my time has come. Sends shivers down my spine. Body's
aching all the time). Esta
primera parte de la canción es desgarradora e íntima, Freddie con su voz y su
piano nos trasmite lo difícil de esta decisión (Mama, ooh… I don't wanna die, I sometimes wish I'd never been
born at all).
Con lo que hemos dicho, es claro
considerar que se trata de un manifiesto sobre “salir del closet”. Sin embargo,
no se limita a la diversidad sexual, aunque claramente eso ya sería bastante, puesto
que la revelación, la costosa salida del encierro de la sexualidad
heteronormativa, es un acto político trasgresor; baste recordar la anécdota de
la cancelación de un homenaje programado hace algunos años en Zanzíbar debido a
su homosexualidad. Nos hubiera gustado ver incluida una anécdota de otro
miembro de Queen, nos referimos al extraordinario guitarrista Brian May quien
ha comentado en distintas entrevistas la resistencia y decepción de su padre
por la elección de no continuar su brillante y prometedora carrera como
astrofísico por dedicarse a la música. Así como la reacción de los padres de
Freddie al aceptar al novio y posteriormente ver en la tele a su pequeño Farrokh
encantando al mundo entero, nos hubiera gustado ver cuando May invita a sus padres
a su presentación en el Madison Square Garden y final recibir la añorada
aceptación de su padre (aún y cuando ese padre fue quien de joven le ayudó a
construir su guitarra).
La Rapsodia sigue cuando
operísticamente Freddie nos dice que la transformación altera a los dioses
cuando no lo quieren dejar ir, de alguna manera nos dice que para devenir
sujeto deseante es importante la desmitificación y arriesgar la excomunión (“Bismillah! No, we will not let you go (let
him go!”) y como el epígrafe de Freud en su obra donde se instituye analista
(«Flectere si nequeo superos, Acheronta
movebo») Queen cantará “Oh, mama mia,
mama mia (mama mia, let me go) Beelzebub has a devil put aside for me, for me,
for me”.
Finalmente Mercury sabe que las
críticas aparecerán pero que tampoco es para tanto. Para concluir nos impacta
una frase que se menciona en la película. A raíz de las críticas y censura del
video "I Want to Break Free" donde aparecen parodiando una telenovela
británica donde todos los integrantes de la banda personifican mujeres (¿reinas
del hogar?) que gritan “Quiero liberarme”, son repudiados en Estados Unidos a
lo que May le explica a Mercury quien es culpado por la “extravagancia” del
video: “Ya sabes cómo son los gringos, pervertidos en privado, pero puritanos
en lo público”. Esa frase nos invita a pensar la forma como esa sentencia de
May opera actualmente donde en la globalización esa lógica gringa se vuelve fácilmente
una ideología hegemónica donde el neopuritanismo crea esa polarización de donde
el deseo de los marginados se relega a la clandestinidad y lo políticamente correcto
pasa de ser su campeón al perseguidor de todos. Se requieren artistas como
Queen que abrazaban su extravagancia y llegaban a lo subversivo aún que fueran
populares sin que negar su glamour y sueños como el otro polo conservador de la
anarquía. ¡Dios Salve a las Reinas!
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