Como sabrá el amable y asiduo
lector del presente blog, uno de nuestros autores de referencia para abordar el
puente de relación entre el psicoanálisis y el cine es el filosofó Slavoj Žižek.
En su más reciente incursión en el cine, bajo la dirección de la cineasta Sophie
Fiennes, presenta una secuela a su anterior “guía del pervertido en el cine” ("The
Pervert's Guide to Cinema") de 2006 ahora llamado “The Pervert's Guide to
Ideology”, haciendo así más claro el
objeto que aborda en sus textos desde la filosofía y el psicoanálisis: La
ideología. Como la película anterior, es difícil darle el nombre de documental
al filme ya que lo que vemos ilustrado en textura audiovisual son las tesis que
Žižek desarrolla en sus libros por lo que opera más como texto-conferencia
audiovisual que como documental per se.
Entre las formas de operar de la ideología a partir de ejemplos contemporáneos
del cine, la publicidad y la política, resaltamos en esta ocasión lo que aborda
a partir de la película de James Cameron “Titanic” (1997), lo cual nos lleva a
reflexionar sobre dos películas recientes de directores mexicanos, “No se
aceptan devoluciones” (2013) de Eugenio Derbez y “Gravedad” (2013) de Alfonso
Cuarón. (¡Spoiler Alert! por cuestiones de método requerimos comentar
partes importantes de la trama de todas éstas películas)
Empecemos con Titanic desde la guía pervertida de Žižek:
“Debemos preguntarnos ¿qué papel juega el iceberg (con el que choca
Titanic) en el desarrollo de la historia de amor (entre Rose y Jack)? Mi
postura aquí es ligeramente cínica: Esta hubiera sido la verdadera catástrofe.
Bien podemos imaginarnos como después de dos o tres semanas de sexo intenso en
Nueva York, de alguna manera la aventura amorosa habría desaparecido.” "The
Pervert's Guide to Ideology" (2012) Dir. Sophie Fiennes. Slavoj Žižek
Žižek es consciente que hablará
cínicamente de una película muy querida por el público porque fácilmente puede
ser odiado si la crítica; en ese sentido, compartimos esa posición al
compararla con la película mexicana que ha roto los records de taquilla en
nuestro país y se “ha ganado el corazón de los mexicanos”. Tal es la relación
de “Titanic” con “No se aceptan devoluciones” que recientemente en un periódico
local fueron incluidas como ejemplos -junto con otros destacables como “La vida
es bella” y “Hachi: A Dog's Tale”- en un artículo que se preguntaba ¿por qué
lloramos con las películas? Más aún, como bien mencionaron en nuestro podcast
de cine preferido CinemaNet (http://cinemanet.com.mx/613-en-cartelera-el-paciente-interno-tercera-llamada-elysium-no-se-aceptan-devoluciones-jobs-y-lluvia-de-hamburguesas.html), criticar y no alabar la cinta del cómico mexicano
Derbez puede costarle a alguien ser tachado de malinchista (¡Ah pero que sea
gringa o europea, porque…!) o compatriota envidioso (¡Por eso estamos como
estamos, por eso nunca progresamos, el cangrejo mexicano que sale de la cubeta
y el otro de abajo que lo jala y no lo deja salir!). Sin embargo, en este
excelente podcast, el ejemplo lo pone el crítico Carlos del Río al mencionar
que su experiencia con la cinta queda más clara con su madre con quien fue a
verla. Al finalizar la película, mientras se secaba las lágrimas, como casi toda
la sala, la madre se dirige a su hijo crítico de cine y le dice “Hijo, por
favor no vayas a hablar mal de esta película”, y remata “porque si no, la gente
no te va a querer”. Mucho se ha dicho en entrevistas (Derbez ha realizado una
excelente y laboriosa campaña de promoción)
que ésta cinta tiene mucho corazón lo cual es muy cierto. Justamente ésa
es su principal virtud y su aspecto más reprobable. Jugando con las palabras
(como los excelentes chistes que en los programas de Derbez le escribían Pepe
Sierra y Gus Rodríguez), No se aceptan devoluciones tiene mucho corazón, tanto
que puede morir el paciente. El tema y guion de la cinta eleva a un
carácter mítico algo sagrado para muchos
pueblos, en especial el mexicano, el amor familiar, de ahí que sea una mezcla
de “La risa en Vacaciones” y “La rosa de Guadalupe”. O como abiertamente lo
muestra la película a razón de la madre mítica que construyó el padre para su
hija, ella es amiga de Adam Sandler y la India María. La importancia de la
cinta, sin lugar a dudas reflejado en su éxito pese a su pobre calidad
cinematográfica en dirección, producción o actuación, es que pone “el dedo en
el llaga” de la ideología en un contexto mexicano realmente “toca el corazón de
los mexicanos”, como las dos cintas mexicanas de éxito "sintomático"
nacionales “Nosotros los Nobles” y “El Crimen del padre Amaro”. Su éxito expone
y sirve de espejo ideológico de nosotros los mexicanos, pueblo 70% católico
pero 110% guadalupano.
En “No se aceptan devoluciones”
después de contarnos la historia de este hombre irresponsable que se ve forzado
a ser un padre de una pequeña para al final luchar por ella al volver la madre
a recuperarla por lo que decide volver al Acapulco idílico con su hija, y
después de hacer creer al espectador que dicho padre está enfermo de muerte, el
clímax dramático es saber que quien estaba enferma de muerte era la niña, quien
muere seis meses después de haber llegado a Acapulco (nunca había vuelto a
México) en compañía de papá y mamá en un hermoso atardecer (escena que ha
indignado a más de un Guerrerense por la forma chafa digital con la que
“embellecieron” Acapulco). Volviendo a la tesis de Žižek, ¿cuál es la
catástrofe verdadera? Poniéndonos “ligeramente cínicos” como Žižek creemos que
la niña murió en el momento justo. Para que se sostenga el “puro corazón”, la
bella historia sublime, la niña tenía que morir y no tardarse más de 6 meses,
como sostén de una luna de miel paterno-filial. Como Žižek con Titanic, bien
podemos imaginarnos el día después de mañana, cuando esa niña no se muriera
pero cuya infancia quedara suspendida por ser un “milagro de vida”. Querido
lector, ¿conoce usted casos de “milagros de vida” -personas que en su tierna
infancia fueron diagnosticados con alguna enfermedad mortal por lo que todos
sus familiares viven pendientes de su condición alarmante? En muchos de esos
casos se corre el riesgo de, en aras de hacerle lo más hermoso posible los
“pocos” días que tendremos a esos “angelitos” entre nosotros, mantenerlos en un
estado infantilizado aún y cuando hayan dejado de ser bebés por lo que los
problemas de la vida llegan cuando crecen y la muerte se tarda en venir. La
verdadera catástrofe hubiera sido romper con la imagen del amor sublime de un
padre que da todo por su hija moribunda. Imagen tan perfecta que bien puede
convertirse en pesadilla, basta recordar aquellas madres que le dicen a sus
hijos adultos mientras le muestran una foto de ellos de bebés “¡Cómo me hubiera
gustado que te quedarás así siempre!” El sublime terror y el terror de lo
sublime son bellamente presentados en la escena final de la cinta “Máma” (2013,
Dir. Andrés Muschietti).
Sigamos con el Titanic de Žižek:
“Kate Winslet es una chica de clase alta con malestar psicológico,
confundida, con un yo en crisis, y, la función de Leonardo DiCaprio, es
simplemente que él la ayuda a reconstituir su yo. Su autoimagen, literalmente
él dibuja su imagen. El barco choca contra el iceberg no inmediatamente después
del sexo sino cuando la pareja va a cubierta, a cielo abierto, y deciden estar
juntos. Comúnmente en la historia, la aparición de un evento que impide algo o
una idea, la eleva a la condición de mito… A través de la catástrofe temporal
tenemos una historia de amor que es redimida en su ideal, salvaguardada para la
eternidad. Al final podemos leer la catástrofe como una maniobra desesperada
para mantener la ilusión del amor eterno. Podemos ver cómo la ideología
funciona de forma efectiva aquí. Tenemos dos niveles en la superficie, toda la
fascinación del accidente y la historia de amor, las cuales son aceptables para
nuestras mentes liberales y progresivas. Todo esto no es más que una trampa.
Algo hecho para bajar nuestra atención al límite y volvernos receptivos al
verdadero mensaje conservador de gente rica con el derecho de revitalizarse a
ellos mismos a través de tomar esa vitalidad de la gente pobre.”
¿Qué mito (sobre)protege la
tragicomedia de “No se aceptan devoluciones”? Así como en Titanic, consideramos
que hay un amor ideal, en este caso el del padre y la hija. Solo que este amor
idílico no es completamente paterno en términos psicoanalíticos ya que elude un
punto, la castración. El personaje del padre, Valentín, opera más como una
madre sobreprotectora al grado de convertirse en un compañero de juego de su
hija suspendiendo los “traumas” de frustración para su hija: Puede faltar a la
escuela, le compra todos los juguetes que quiere, expone su vida con tal de que
no la regañen por decir mentiras y, tal vez la más obvia de todas, le crea una
madre idílica que la ama mucho pero no puede estar con ella porque tiene que
salvar al mundo (Nuestra mente morbosa no deja de recordarnos un extraño
paralelo con la leyenda negra –seguramente falsa- de Derbez en los 90 donde se
decía dio una boda de ensueño para su amada solo con el pequeño detalle de no
ser oficial, pura fiesta sin cas/tr/arse). Lo anterior lo vemos cuando Valentín
le da una carta casi cada semana donde crea historias fantásticas de la mamá.
Este detalle nos recordó a algo similar en la opera prima de Guillermo del Toro
“La invención de Cronos” donde el anciano Jesús Gris le inventa cartas a su
nieta para evitarle la tragedia de la muerte de sus padres, manteniéndola en un
estado autístico (la niña no habla) que se rompe cuando Jesús, a través del
dispositivo Cronos, se convierte en vampiro (de alguna forma se vuelve
autista/autoerótico también) y, para resolver la mortificación de la no-muerte,
finalmente niña y abuelo tienen que enfrentar la pérdida para vivir cuando ante
la primera palabra de la nieta (“Abuelo”) Jesús Gris destruye el dispositivo
eternizador de Cronos.
Si algo enseña el psicoanálisis
con respecto a la paternidad es que el padre es uno muerto, ejecuta su función
en la idea de que no les será eterno a sus hijos por lo que los prepara para
vivir sin ellos (el tiempo que este sea). Curiosamente, tal parece que es un tema
actual ya que la película mexicana reciente de éxito en nuestro país fue la
comedia “Nosotros los nobles” donde un empresario acaudalado decide dejar de
consentir a sus hijos a quienes mimaba por no “traumarlos más” después de la
muerte de su santa madre y crea una artimaña para que aprendieran a trabajar y
así “darles una lección”. Por lo anterior, la queja que tenemos en “No se
aceptan devoluciones” es el engaño-trampa de la película ya que sería
interesante verla si el padre era el que iba a morir como lo promete desde el
inicio. Así como en “Titanic” según Žižek, el personaje de clase alta Rose se
nutre del “baño de pueblo” que tiene con Jack, en “No se aceptan devoluciones”
vemos como la función de la niña fue ayudarle al irresponsable de Valentín la
forma de vencer sus miedos (representados como lobos). En la escena final,
digna de estampitas moralistas, vemos a Valentín serenamente caminando por las
playas en compañía de un lobo mientras en el cielo vemos a su hija brincando
entre las nubes “como en la quebrada” a los brazos de su abuelo. La función de
la niña fue hacer mejor hombre a su padre; bella idea, bello ideal, pero
tramposo ya que oculta una grieta fundamental, ¿cómo vivir después de la muerte
de un hijo?
Esa postura, del sentido de la
vida (“Este angelito vino a cumplir esa misión y se fue al cielo”), es similar
a decir que toda catástrofe tiene el sentido divino y obedece a un plan
perfecto (“Las diosidencias”, concepto por demás blasfemo), casi como la idea
de que el Holocausto a la larga les sirvió al pueblo judío para ser un mejor
pueblo, más unido, por eso lo mandó Dios. Lo blasfemo de esta noción es que
borra la fisura fundamental del propio padre, por lo que consideramos que “el
bello final” realmente es el comienzo de la verdadera historia como lo muestra
Cuarón en toda su “Gravedad”.
Antes de ir al espacio de Cuarón,
resaltamos el gran acierto de la película de Derbez, los títulos tanto en
Inglés como en Español. Originalmente el título sería “El hombre de piedra”
haciendo referencia a la ocupación de Valentín como “stunt man”, doble de cine,
en Estados Unidos, y consideramos que haciendo referencia metafórica al propio
Valentín que tuvo que arriesgarse a enfrentar la vida en su devenir como hombre.
Sin embargo ese título es chocante
justamente porque evidencia el protagonismo del personaje de Valentín como
hombre que triunfa y aprende, el niño que se hace hombre, en lugar de su
función como padre. Caso contrario a “Instructions
not Included” (Instrucciones no incluidas) y “No se aceptan devoluciones”
que con la referencia a un artículo que uno adquiere resalta el sujeto de la
paternidad al centrarse en lo angustiante de tener un hijo (“Nadie nos enseña a
ser padres”), muy a la respuesta que Matheline atribuye a Freud cuando alguien
le preguntaba “¿Qué puedo hacer para ser una buena madre?”: “Haga lo que desee,
de igual forma estará mal”. En este caso sería conveniente que los políticos
hagan caso de la ocurrencia de dichos títulos de la cinta con respecto al otro
tema que ignora cubriendo la cinta, los inmigrantes. Ante tal problema y para
el tema de reforma migratoria sería bueno que el gobierno mexicano utilice de
lema y decirle a los gringos “No se aceptan devoluciones” mientras que los
gringos reconozcan que nuestros paisanos ya hacen vida allá pero “Instructions
not Included”. La película es conservadora al no abordar el núcleo
traumático, lo que no pasa por el ideal, tal como se ve en la máxima tragedia
de la historia como en su máxima comedia de pastelazo como el triste caso de
Sammy, el mejor chiste de Derbez. Seamos honestos, aunque nos arranque una risa
idiota los intentos desesperados de este personaje, reconozcamos que su comedia
peca de pura ya que no nos reímos con él sino de él. ¿Sería el mismo efecto si
nos enteráramos que todo este tiempo está fingiendo su discapacidad o su
comedia se sostiene por el hecho de ser inocente/puro? Como bien dicen los que
saben, nunca actúes con un niño o un inocente porque se roban la escena.
Sigamos con lo último que comenta
Žižek de Titanic:
“Existe un maravilloso detalle que lo dice todo. Cuando Kate Winslet nota
que Leonardo DiCaprio está muerto, ella, por supuesto, comienza a gritar “nunca
te dejaré ir, nunca te dejaré ir”, mientras que, al mismo tiempo, lo empuja al
fondo. Él es lo que llamamos irónicamente un mediador evanescente.”
La función del mediador
evanescente la relacionamos con el concepto de Donald Winnicott “objeto
transicional” (véase “TOY STORY: Lecciones con juguetes sobre el duelo”, aquí,
en su blog de confianza http://hectormendoza.blogspot.mx/2011/02/toy-story-lecciones-con-juguetes-sobre.html,
además pronto subiremos los videos correspondientes a la película “Super 8”
donde vemos otra presentación del duelo y el mediador evanescente en la
presencia de un monstruo extraterrestre). Dicho objeto aparece en los momentos
de cambio, en especial de separación donde el sujeto trasforma su identidad y elabora un duelo por su
identidad perdida, como el osito de peluche que le permite al niño alejarse de
su condición de bebé de mamá y llegar a la identidad de niño entre otros niños.
Por lo anterior, la función de este mediador es justamente ser evanescente, de “úsese
y tírese” como maestro fantasmal a la Obi Wan de “Star Wars” o Jaga el sabio de
los “Thundercats” que ayudan a su discípulo en el pasaje de la niñez a la
adultez. Žižek menciona que el personaje de Leonardo DiCaprio en Titanic habla
más como un maestro o pastor (“Sé fiel a ti misma Rose”) que como amante, por
lo que resalta el momento de su desaparición en el fondo del mar como su máximo
triunfo. En No se aceptan devoluciones dicha función, tradicionalmente puesta
en el padre muerto/fantasmal, es sostenida por la hija angelical permitiendo al
padre hacer su transición de niño asustado por un padre autoritario con su
correspondiente temor al compromiso a un hombre que ha vencido sus miedos. De
ahí que la desesperanza de un padre que pierde a su hijo brilla por su ausencia
aunque afortunadamente la encontramos en la cinta de Cuarón, “Gravedad”.
“¡¡Houston a ciegas, seguimos
dando vueltas!!”
La historia de Gravedad es bella
por su simplicidad como describe el portal de cine imdb.com “Una ingeniero
médico y un astronauta trabajan juntos para sobrevivir después de un accidente que
los deja a la deriva en el espacio”. La historia original de Jonás y Alfonso
Cuarón originalmente estaba pensada en el desierto manteniendo la idea central “hacer
frente a los obstáculos, superar la adversidad y sacar el espíritu de
supervivencia de los seres humanos”[1].
Sin embargo, Cuarón realiza un cambio en su forma habitual de confeccionar sus
películas lo cual demuestra su genio como cineasta. Mientras en otras cintas
desde su “Y tu mamá también” o la increíble “Los Niños del Hombre” en el
ambiente/contexto/fondo está el verdadero valor de la cinta más que en la anécdota
de contenido en “Gravedad” fácilmente podríamos decir que es la máxima
expresión de anécdota de pretexto para el lucimiento del ambiente, consideramos
que la anécdota es la de mayor profundidad y desesperanza, tal que crea un “agujero
negro” que priva de sentido y devuelve solo angustia al mundo.
Después del accidente, y buscando
sobrevivir, Ryan Stone (interesante metáfora en el nombre de la mujer que se ha
endurecido y puesto “machín” ante su dolor) tiene que confiar en el experimentado
astronauta Matt Kowalski quien, en un intento de aligerar la tensión le
pregunta por casa y los suyos. Lo que encuentra Kowalski (bella referencia de
Cuarón a la serie “Viaje al fondo del mar”) es una tragedia en la vida de su
compañera, ha perdido a su hija y, tal parece, el gusto por la vida. El
ambiente de desorientación angustiante en el espacio sin gravedad nos recuerda
lo presentado en “Azul” de los tres colores de Krzysztof Kieslowski que lleva a
su aspecto ominoso las máximas francesas “libertad, Igualdad, fraternidad”. En “Azul”
“una mujer lucha por encontrar una forma de seguir viviendo después de la
muerte de su marido e hija” (www.imdb.com). La
referencia a la libertad, es su carácter siniestro donde ella está
completamente libre de los vínculos como madre o esposa lo que la deja en un
estado de confusión melancólica. En Gravedad tenemos algo similar, solo que
expresado en el lado siniestro del encanto de la flotar en el espacio, la
máxima fantasía de libertad cuando uno sueña con volar desafiando la gravedad
se convierte en angustia cuando, como diría Lacan, aparece la falta de la
falta. De cierta forma Cuarón, le da la razón a Lacan al mostrar que la
angustia “no es sin objeto”.
El personaje de Kowalski ejecuta
la función de mediador evanescente que comentamos arriba siendo finalmente el
que con su sacrificio le permite sobrevivir a Ryan. El genio de las imágenes
que nos muestra Cuarón revela que otra manifestación del mediador evanescente
son los santos como la estampita de San Cristóbal mártir (santo patrono de los
choferes y todos los que se dedican al trasporte) junto con el Buda sonriente.
Como Freud lo abordó, el máximo mediador evanescente es Jesucristo que en su
sacrificio brinda los humanos una posibilidad de seguir viviendo después de la
muerte de Dios padre como garante del sentido, la muerte del Tótem y el Tabú,
de ahí que solo traiga un mandamiento (por demás paradójico) en lugar del
decálogo perfecto que encumbraba al Padre.
En “Gravedad”, la figura de Kowalski
se construye en ese mediador en dos momentos decisivos. En el momento de llegar
a la estación con la esperanza de localizar la cápsula que los puede regresar a
la Tierra, Ryan y Kowalski quedan colgados por un cable de la nave. Kowalski
decide el sacrificio heroico al soltarse de Ryan ya que él era quien hacía que
se alejaran de la nave, por lo que o la soltaba y moría él o se aferraba y
morían ambos. Ante la negativa de Ryan, Kowalski toma la decisión del
sacrificio mientras le anuncia “Debes aprender a dejar ir”. Ese “dejar ir” es
el centro de gravedad por el que orbita la historia como lo anuncia el slogan
de la cinta: “Don´t let go” que puede
ser traducido como “No lo dejes ir” o “No te sueltes”.
En el proceso de escribir esta
entrada del blog nos encontramos con un escrito que apoya nuestra lectura de “Gravedad”.
Nos referimos al testimonio publicado en el periódico El Norte con el título “El
dolor es infinito, como el espacio” escrito por Rosalinda Aguirre.[2]
El artículo nos menciona que “la autora perdió el año pasado a su hija Marifer…
En este texto reflexiona sobre cómo el filme “Gravedad” significó para ella una
metáfora del duelo: desde la profundidad del dolor hasta la revelación de
ponerse de pie”.
"Cada escena, cada imagen, cada sensación es una metáfora exacta y
fiel del proceso de duelo. Nunca había visto algo que retratara con toda
perfección lo vasto, insondable y oscuro de la pérdida de un hijo. El dolor es
infinito como el espacio. La soledad es como estar dentro de un traje espacial escuchando
tu propia respiración. El miedo es paralizante al estar sin control, a la
deriva en un ambiente extraño, nuevo, hostil, es idéntico a este caos en el que
se convirtió mi vida postpérdida".
Tal testimonio además resalta el
segundo momento de la verdadera naturaleza del mediador evanescente. En cierto
momento Ryan llega a la capsula que la puede dirigir a la estación china. Llena
de esperanza cae en la desesperanza al descubrir que no hay combustible.
Finalmente se rinde, decide apagar todo y esperar resignada la muerte entre la
falta de oxígeno y el congelamiento. Se recuesta y cierra los ojos. De repente vuelve
desde el exterior Kowalski para informarle otra opción de navegación. En ese
momento de regocijo, Kowalski la invita a no rendirse, a no dejarse morir. En
ese momento Ryan despierta para descubrir que sigue sola en la cápsula, que fue
un sueño/alucinación/llamada mística. Finalmente decide intentar regresar a la
Tierra.
La señora Aguirre, en su
testimonio, así interpreta la escena:
“Y al igual que la protagonista, después de sentirse incrédula,
perdida, aterrorizada, paralizada, sacudida, golpeada, cansada, rendida y
derrotada, da paso a la aceptación de lo definitivo e irremediable y se refugia
en su cápsula a soltar todo, incluso su alma, su aliento de vida, y recurre a
lo espiritual que habita en ella, a su conexión con un Dios que conoce poco,
con quien no aprendió a platicar por medio de la oración, pero que anhela.
Cuando aparece a su lado, representado en un personaje, esa voz, esa presencia
divina te entrega un mensaje de esperanza, de fe, de fuerza, que te dice que lo
que perdiste es irrecuperable, tremendamente trágico y doloroso, pero que hay
que vivir, seguir, luchar, plantar los dos pies bien firmes en la tierra,
sintiendo la gravedad que te jala, que está trabajando a tu favor para ayudarte
a levantar…”
Esa parte espiritual me recuerda
la atea interpretación de Žižek sobre la función de Cristo que con su muerte se
anuncia la muerte del Dios de las garantías y aparece el Dios del Amor. Uno que
no tiene respuestas para los humanos y no pide que le tengan fe, sino que los
deja ir. Es un Dios que al soltar a sus hijos, tiene fe en ellos, que entre
ellos estarán bien.
Y ya que llegamos al plano
místico terminemos recordando lo comentado por Žižek con respecto a “La Pasión
de Cristo” (2004) de Mel Gibson:
“Cualquier pregunta sobre el
sentido de la crucifixión se encuentra totalmente ausente en la película: ¿por
qué debía morir Cristo? Existen tres versiones principales. (1) la
gnóstica-dualista: la muerte de Cristo fue un capítulo en la lucha entre el
Bien y el Mal, es decir, la muerte de Cristo fue el precio que debió pagar Dios
al Diablo por la redención de la humanidad; (2) la del sacrificio: Cristo pagó
el precio por nuestros pecados –no al Diablo, sino para cumplir con el sentido
y el equilibrio de la justicia; (3) la ejemplar: con el ejemplo de su acto
definitivo de amor, Cristo inspira a la gente a seguirlo, a actuar bien… Por su
puesto hay algo que falta aquí, la cuarta versión que es la verdad de las tres
primeras: ¿qué pasaría si la muerte de Cristo fuera el modo de Dios Padre de
pagar su propia deuda con la humanidad, de hacerse perdonar por haber realizado
un trabajo tan chapucero, creando un mundo imperfecto lleno de sufrimientos e
injusticias? Pero existe una tercera posición, más allá del fundamentalismo
religioso y la tolerancia liberal. En lugar de tratar de redimir el núcleo puramente
ético de una religión contra su instrumentalizaciones políticas, debe
criticarse duramente a este mismo núcleo en todas las religiones. Hoy, cuando
las mismas religiones (desde la espiritualidad new age al barato hedonismo
espiritualista del Dalai Lama) están más que dispuestas a servir a la búsqueda
del placer posmoderno, es paradójico que sólo un materialismo consecuente sea
capaz de sostener una posición ética militante verdaderamente ascética”. Žižek,
S. “La suspensión política de la ética”. (2005) Editorial Siglo XXI.
Como en lo anterior, esa es la
forma como interpretamos el final de “Gravedad” donde las cosas cae por su
propio peso y se siente la imperfección de estar en pie. Lo mejor de la
religión así es sin su dimensión de lo sagrado, como bien nos lo dice el chiste
de los compadres filosofando en una cantina: “¡Nombre compadre! Pos como dice
la Biblia “Levántate y anda” y Lázaro andó (sic)”. A lo que el compadre
responde: “¡Anduvo, Pendejo!”. Y el otro remata: “Pos si anduvo pendejo un
rato, pero luego se aliviano”.
[2] Aguirre,
R. “El dolor es infinito, como el espacio” Periódico El Norte. Sección Vida!
Domingo 3 de nov. 2013.
6 comentarios:
Le compartiré aquí mi experiencia. La película "Gravedad" para mi, fue un recordatorio a todo color de lo que sentí al tener "Laberintitis" como lo llamo el otorrinolaringolo especialista. Desde el inicio, fui confrontada al ser ella la terca protagonista sin equilibrio, metida en sus asuntos y sintiendo una lejana compañía por los demás tripulantes. Y solo yo se cuanto me costo aceptarlo y digerirlo, pero lo siguiente que sucede para mi en esa escena es tan aterrador, tan caótico, problemático y desesperante; Una oportunidad se presenta cuando llega el aviso de un peligro, ¡puede causar una tragedia o un accidente! pero para mi, al menos así lo proyecte, llego la oportunidad de soltarse "si no te sueltas te mandara muy lejos" y se solto, eres libre, te sueltas de la gravedad, del peso, del pesado dolor que ronda para dar paso a algo mas, si te sentias perdida, ahora te encuentras literalmente perdida en el espacio, sin un punto de apoyo, sin equilibrio. La angustia esta a flor de piel, y sin mas, llega una posible salvación "Kowalski" aqui. Y que desesperación y coraje cuando Kowalski decide quitarte el alivio al sacrificarse él, al irse. Ese "Debes aprender a dejar ir" es muy mañoso, ¡si ella (y yo) ya habíamos aprendido a dejar ir! (El dolor, claro.) Me encanta la escena en donde logra introducirse a la nave, pues es el único lugar donde puede retirarse el traje espacial que la aleja del tacto del espacio hostil, para hacerse bolita cual bebe protegido en el vientre materno. Recobras fuerzas (y ganas que ya había perdido). Y cuando finalmente todo parece en tu contra, te das cuenta y entiendes que una parte de Kowalski sigue ahí, que no todo esta perdido, y con eso es posible seguir viviendo, aterrizar con un duro golpe en la realidad, apreciar lo que queda sin la angustia, y ponerse firme ante lo que sigue.
Y finalmente, creo que no escuche ni vi salir a nadie en esa sala de cine llorando mas que a mi.
Estimada Ela Crow, muchas gracias por compartir su experiencia, su valor y reflexión me parecen dignos de ser reconocidos. La escena que comenta donde puede retirarse el traje espacial me recuerda a momentos en mi funsión de acompañar a personas que realizan su análisis cuando es necesario dar el espacio en los tiempos y condiciones en que cada quien orbita en su malestar. Sobre todo actualmente en tiempos donde el dolor, el duelo y las formas particulares de hacerle frente parecen ser perseguidas por "buenas intensiones y conciencias" que terminan agrediendo. Gracias por compartir ese trayecto.
Me encontré leyendo esta entrada y la hallé ciertamente interesante, sin embargo, si me permite una pequeña puntualización: el tono de grises del blog, si bien es muy elegante, cansa la vista; no pude terminar la entrada por esa razón, será que uso lentes o que mi vista es de por sí defectuosa, pero es un problema persistente en muchos blogs de tonos similares.
Mi estimado Se7en, le agradezco el comentario técnicos y buscaré otra presentación en las plantillas de blogger. Mil gracias. PD: su nick me invita a unos breves comentarios sobre esa película de David Fincher.
Pues mire su opinión de la película es demasiado estúpida para mi opinión no se aceptan devoluciones es una muy buena película a las personas les gusto el final es conmovedor se nota que usted tiene envidia dado el hecho que jamás será alguien sólo un fracaso que critica por envidia un asco tu opinión
La voz anónima ahora insulta sin leer y solo confirma nuestra postura. Si se hubiera tomado el tiempo localizaría que resaltamos el carácter conmovedor del final de la cinta y la catalogamos puro corazón, comparándola con cintas como La Vida es Bella, Hatchi: la historia de un perro y Titanic.Seguramente el señor Derbez se sentirá halagado con ¡¡semejante comparación!! Tal vez en la crítica (a la ideología ya que no soy crítico de arte)obviamos el hecho de reconocer el beneficio para la industria cinematográfica nacional del éxito del filme. Como bien a dicho el mismo Derbez en entrevistas, la industria, por ejemplo la estadounidense no se sostiene solo del cine de arte sino a base de muchos churros exitosos.Claro, lo que resaltamos es la honestidad de autores a quienes admiramos que son orgullosamente mexicanos como Guillermo del Toro o los Cuarón. Honestidad que en el filme de Derbez no localizamos al pretender hablar de una historia de un padre y termina siendo el crecimiento de un joven. Así como su comentario pasional tal vez si fue nublado mi juicio con respecto a esta película al reducir a versión de telenovela chafa (en lugar de la buena comedia que le admiramos a Derbez) el drama de la muerte de un hijo o el sufrimiento de saberlo desahuciado. Secretamente le agradezco el comentario ya que creía que solo mis amigos leían este blog, me hace sentir importante tener haters. Saludos.
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