viernes, julio 22, 2016



El Dilema del QuizShow y El Presidente Peña
¿Un perdón sin ofensa?

“No conozco hecho alguno imputable a mí que motivara ese fenómeno social (insurrección que sería posteriormente la revolución mexicana); pero permitiendo, sin conceder, que pueda ser culpable inconsciente, esa posibilidad hace de mi persona la menos apropósito para raciocinar y decir sobre mi propia culpabilidad.” Porfirio Díaz. México, Mayo 25 de 1911.[1]

El discurso del presidente Enrique Peña Nieto en el marco del arranque del Sistema Nacional Anticorrupción es un interesante ejemplo de lo que en el decir público se puede presentar, construir, hacer visible o, en su defecto, hacer no visible, destruir y ocultar. El presidente dice que, con “toda humildad”, en un ejercicio de “autocrítica” y viéndose “en el espejo empezando por el propio Presidente de la República”, pide “perdón” “por el agravio y la indignación que les causé” con motivo a la información sobre la Casa Blanca difundida por el equipo de Carmen Aristegui. Fácilmente estas declaraciones pueden generar aún más indignación totalmente justificable, sin embargo, he de confesar que de inmediato no me queda claro de qué está pidiendo perdón el presidente. Más aún, parece que tal disculpa ES el agravio en sí, al revelar parte de la percepción que supone el Presidente de los mexicanos hacia el gobierno como también la percepción del propio gobierno hacia los mexicanos.

Empecemos con las preguntas básicas ¿De qué pide perdón? Al decir que cometió un error ¿Cuál es el ese error cometido? Dice el presidente:

“En noviembre del 2014, la información difundida sobre la llamada casa blanca causó gran indignación. Este asunto me reafirmó que los servidores públicos, además de ser responsables de actuar conforme a derecho y con total integridad, también somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos, y en esto, reconozco que cometí un error.”

El presidente ubica su error por su responsabilidad en la percepción generada por lo que hizo. Dice, que, aunque actuó conforme a derecho y con integridad, es responsable de la percepción. Pero, insistimos, ¿Cuál es en sí ese error por el que pide disculpas y que generó esa percepción? Si todo fue conforme a derecho e íntegro, ¿qué considera que fue el error? Es decir, ¿Qué ocasionó la percepción que indignó al pueblo y que él asume como error no haberlo tomado en cuenta? El presidente deja ver una extraña percepción pero no solo de lo que supone del pueblo sino como se percibe a sí mismo. Da la idea que creé que lo indignante es que se percibió que vive en una casa muy lujosa, de más de 7 millones de dólares que “ni Obama tiene”. Como si dijera “Perdón por mostrar que vivo en esta súper casa mientras ustedes no han sido tan bendecidos en su vida” al estilo de “perdón por comer delante de los pobres”. Este error parece que lo trata de rectificar en las imágenes difundidas días después con motivo de su cumpleaños festejado, “ahí en su pobre casa”, rodeado sin tantos lujos que puedan indignar y lastimar la percepción de los y las mexicanas. Reaparece el político que solo le importa la figura pública de los buenos modales.

Muchas analistas políticos han comentado que el mea culpa de EPN es debido a una presión internacional de mejorar su devaluada imagen en especial en el tema de corrupción. Sin embargo, de ser así, entendió mal el mensaje ya que la forma de su petición de perdón solo enaltece su error al no incluir un reconocimiento de corrupción sino solo de preocupación por la percepción de la imagen presidencial; y en política como en el inconsciente la forma es fondo.

Sigamos con las disculpas peñistas:

“No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. En carne propia sentí la indignación de los mexicanos. La entiendo perfectamente. Por eso con toda humildad les pido perdón. Les reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio e indignación que les causé.”

De nuevo no se entiende a la primera lo que entiende “perfectamente” Don Enrique “bombón del Higa Colchón”. Si se condujo conforme a la ley ¿qué entiende que provocó “la indignación de los mexicanos”? Primero, el daño lo localiza fuera de los mexicanos, su error no afectó a los mexicanos salvo en su percepción. El daño es en la buena imagen. En la buena imagen de su familia, la buena imagen de la investidura presidencial y la buena imagen del gobierno que conlleva a la desconfianza. Esta preocupación por la “buena imagen” ya le ha valido al Presidente muchos “osos” como el no poder nombrar libros favoritos, caída de rebanadas de pastel, la banda presidencial, así como quejarse de que no le aplaudan. ¿Qué cree el presidente que dañó esa buena imagen? ¿Qué percepción indigna? De nuevo consideramos, por este discurso y el “control de daños”, que entiende “perfectamente” que la indignación del pueblo fue por la opulencia al ver las “bendiciones” de las que goza su familia producto del trabajo de su esposa como actriz de televisa. El presidente revive el tema en el marco del Sistema Nacional Anticorrupción. Además de lo indignante de la riqueza personal del mandatario en un país donde se intenta combatir la pobreza maquillando las cifras, lo indignante de la información, revelada por el grupo de investigación de Carmen Aristegui, es el saber que quien construye la casa es uno de los principales contratistas de su administración. Lo que indigna es el flagrante tráfico de influencias y su correspondiente impunidad.

El discurso de Peña Nieto lo revela como una especie de Mirrey de la clase política que considera que el encono social, o mal humor como lo dice oficialmente, es producto de la envidia. Ciertamente la indignación crece ante la obscena disparidad económica junto con la ostentación de la clase política; sin embargo, la indignación crece en el momento de saber que esa clase política en amasiato con farándula y el gran capital, sale impune de evidentes delitos de corrupción a los cuales responden con condescendencia y reclamos. Esto último al recordar que la indignación social por el tema de la Casa Blanca creció exponencialmente después del video de la ex -artista/primera dama Angélica “La Gaviota” Rivera donde, evidentemente molesta, se indigna ante las acusaciones de corrupción. De nuevo, dicha reacción al intentar ocultar, revela.

Quien mejor ha analizado la relación del discurso de Peña Nieto con la forma de capitalismo que vivimos es el filósofo y psicoanalista David Pavón-Cuellar. Retomamos parte de su análisis:

“Hemos visto que el discurso presidencial no sólo traiciona constantemente al presidente como sujeto enunciador, sino también al sistema capitalista que articula sus palabras y que se expresa por su boca. Este sistema simbólico se descubre a sí mismo al intentar encubrirse a través de la trama ideológica de las palabras indiscretas de Peña Nieto. Gracias a su indiscreción, las palabras son reveladoras y no sólo mistificadoras. La opacidad se transparenta. Marx diría que el “cuento” se muestra “verdadero”. Lacan observaría que la “estructura de ficción” desdobla su “verdad”. Esta verdad corresponde a lo mismo que Gramsci llamó el valor “gnoseológico” de la ideología”. [2]

Lo analizado por el maestro Pavón-Cuellar, es con respecto a sus declaraciones sobre los eventos de Ayotzinapa, llamándole la atención algo más del discurso de Peña Nieto y es extraña alternancia de disculpas y asunción de culpabilidad sin confesión.

“Hay algo relativo al psiquismo de Peña Nieto que se revela en su confesión. Tal vez el deseo de ser castigado por su culpabilidad. Quizás ni siquiera se trate de ser culpable, sino de sentirse culpable, y no forzosamente a título personal, sino tal vez como representante de un Estado y miembro de un partido que, ellos sí, indiscutiblemente, están empapados en sangre. Lo mismo podemos decir acerca de otros lapsus del presidente. Uno de los más preocupantes concierne el famoso escándalo de tráfico de influencias y conflicto de interés en la adquisición de la Casa Blanca de Peña Nieto. El presidente siempre negó que su proceder hubiera sido corrupto. Sin embargo, al referirse a este proceder, el presidente alegó, casi justificándose, que “hemos conocido de otros eventos de corrupción en distintos órdenes de Gobierno” (Entrevista del presidente Enrique Peña Nieto con Jorge Fernández Menéndez    (https://www.youtube.com/watch?v=zzK7N4TIF_c ). Peña Nieto describió así literalmente como un evento de corrupción aquel escándalo al que se había referido en la frase anterior y del que él fue protagonista. Esto mismo, aunque suficientemente sospechoso y hasta inculpatorio, no significa necesariamente que el presidente, como persona, sea culpable de un evento de corrupción. Tal vez únicamente se esté sintiendo culpable o esté denunciando una corrupción estructural que atravesaría todos los órdenes del gobierno y de la que no podría escapar. Quizás incluso esté denunciando al capital que personifica, ya que en definitiva, y en rigor, toda la corrupción y los demás crímenes del Estado capitalista deben ser atribuidos al sistema como tal y no a sus diversas personificaciones. En cualquier caso, por más inconscientes e involuntarios que sean, los elocuentes lapsus de Peña Nieto demuestran sinceridad y quizás incluso una cierta dosis de honestidad. Resultan por ello esperanzadores.”

Siguiendo la tesis del maestro Pavón-Cuellar, la mea culpa o el lapsus que confirma la categoría de acto de corrupción al asunto de la Casa Blanca por parte de Enrique Peña Nieto, es consistente con la otra opinión antes expresada por el mandatario donde considera que la “corrupción es un tema cultural”[3] sin obviamente entrar en el análisis de lo que ese calificativo implica. Concordamos en el carácter cultural, opuesto al de la “naturaleza humana”, ya que sería necesario hablar de los movimientos históricos, económicos y sociales que construyen esta tendencia cultural empezando por el nacimiento de un partido que institucionalizó la revolución e hizo de la simulación de la democracia su principal rasgo y que se conserva claramente en los colores que porta aún hoy en día.

Terminamos recordamos una escena de la película “Quizshow” dirigida por Robert Redford[4]. Cuando comparece ante un jurado el profesor Charles Van Doren (Ralph Finnes), pide perdón por haber concursado en el programa de concursos habiendo recibido las respuestas antes para garantizar que ganara.  Elegante, elocuente y con humildad (“He volado muy alto en alas prestadas”), pide disculpas por el hecho. Uno a uno de los jueces lo felicitan por tan valiente y sincera confesión. Al final solo uno de los jueces menciona algo diferente:

“Señor Van Doren. Yo también soy de New York. Una zona distinta de New York.  Me alegro de que haya realizado esta declaración pero no estoy de acuerdo con la mayoría de mis colegas. Verá, no creo que un adulto con su inteligencia deba ser felicitado por algo tan simple como decir la verdad.” – El público en la sala comienza a aplaudir.

La reflexión del juez del Harlem viene a colación con el perdón de Peña Nieto sobre todo porque no tiene nada de loable sobre todo si no hay pena y castigo ante el ilícito. Además, tal pareciera que el personaje de Van Doren comparte con el Presidente que considera su mayor pecado la soberbia de haber tenido privilegios en la vida y no el que es un criminal. Lo único rescatable de esto, es como menciona Pavón-Cuellar:

“En cualquier caso, por más inconscientes e involuntarios que sean, los elocuentes lapsus de Peña Nieto demuestran sinceridad y quizás incluso una cierta dosis de honestidad. Resultan por ello esperanzadores. La verdad que insiste en ellos, después de todo, tiende a recordarnos la verdad que grita en las calles.”  

Agregaríamos, una verdad a ser recordada con más fuerza de cara al 2018.

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