domingo, agosto 09, 2009

Rudo y Cursi
Psicoanálisis de la mexicanidad

En una entrevista realizada por el presentador estadounidense Charlie Rose a los cineastas Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro se les preguntó sobre sus semejanzas, “aquello que comparten”, en la forma de hacer cine. La respuesta de Del Toro fue la siguiente:
Del Toro: Creo que hay un punto de vista que es inevitablemente mexicano en ciertas cosas que tenemos. Lo he dicho antes, una cosa que todos compartimos es una desconfianza en las instituciones, intrínsecamente…
Rose: Y la autoridad
Del Toro: Y la autoridad… y el estar dispuestos a divertirnos con los que hacemos.
Las palabras de Del Toro nos invitan a reflexionar en eso que resulta invariablemente “medio de hueva”, lo mexicano. Hablar de una generalización sobre “Lo mexicano” hace que inmediatamente la voz del Superyó de tiempos de la globalización y multiculturismo se alcen, se quiera evitar los absolutos y renunciar al reduccionismo de algo que “tiene muchas variables y condiciones complejas”. A la manera de Darian Leader en su “Why do women write more letters than they post”, proponemos presentar generalizaciones esperando “la refutación y la crítica” al tiempo de la denuncia de eso simple y angustiante que se disfraza de una ecuménica complejidad transformándose en un prejuicio “de closet”.
Sin embargo, para seguir las pistas de Del Toro y sus compadres, necesitamos un caso, un Sinthome. A los tres alegres compadres los unió un bautizo importante en el cine mexicano, la opera prima del guionista y novel director Carlos Cuarón en la película “Rudo y Cursi”. La historia de dos hermanos que terminan siendo jugadores de futbol profesional rivales brinda el pretexto perfecto para entrar en el verdadero protagonista, el contexto, el campo de juego, el lugar donde se desarrolla la historia.
Siguiendo la tendencia de su guión de “Y tu mamá también”, Carlos Cuarón presenta en la historia la narración de un viaje donde los personajes son transformados y redefinidos encontrándose con eso que es más en sí mismos que ellos mismos. La forma de estar narrada la película permite que podamos comentarla siguiendo cada detalle que nos presentan. Primero tenemos al Futbol, como juego y como negocio, pero aún más como fenómeno. Otra línea de lectura en la historia es el camino del pueblo, el ámbito rural, a la gran ciudad con todos sus contrastes (En los pequeños detalles como el paso del campo y los guisos caseros a los departamentos y la sopa instantánea). Otro lugar (que muchas películas han explotado) puede leerse como “morir por un sueño”, la caída por la celebridad tanto por el deporte como la música grupera. El tema más obvio es el de la familia, tanto la madre como la relación de pareja y el amor entre los hermanos.
Los anteriores temas podemos considerarlos clásicos, lo verdaderamente interesante es la forma como están entrelazados produciendo un ambiente particular al mismo tiempo de permitir que aparezcan nuevos elementos. Uno de ellos es el tema del narco. La película permite reflexionar sobre el papel del Narco pero a la mexicana, es decir, la forma que adquiere de síntoma el Narco en nuestra sociedad. Un estilo de anudado de Naco-Marco. Por decirlo en otras palabras, el Narco mismo es Rudo y Cursi. Por un lado es la trasgresión de la ley, el asesinato y la violencia y por el otro es el que en muchos lugares de nuestro país mantiene al campo, construye carreteras, da trabajo y “mantiene unida a la Familia”. La lucha contra el Narco en nuestro país no puede entenderse desde la ingenuidad de “los buenos contra los malos”, “erradicar el cáncer social” sino desde fenómenos como las Narco-limosnas y el tráfico de personas que hace que finalmente muchos mexicanos se vayan “al otro lado” y manden remesas (provocando envidia) al pueblo.
Volvamos al primer punto de Del Toro, la desconfianza en las instituciones. Esta característica no hay que confundirla en la falta de creencia en las instituciones. Como decíamos en otro lado, incluso en la denominada “desconfianza en” existe una creencia, una ideología imperante. Muchos son los extranjeros que lo primero que notan como extraño en nuestras tierras es la relación con “los Altos”. No solo me refiero a los altos mandos sino las señales de “ALTO”. Recuerdo un amigo francés que me preguntaba “¿Por qué los mexicanos no hacen alto total?” Recuerdo haberle respondido que “¿Qué a qué se refería?” ya que creía que si se hace Alto. De alguna manera, si se hace alto pero mi amigo resaltaba que no era total sino que la gente se va deteniendo y voltea a ver si viene algún auto. ¿Estamos ante la ausencia de la ley o una ley corrupta? Más bien es una ley Ruda y Cursi.
Dentro de la frases familiares esta la clásica “por eso está México como está”. La historia (otro síntoma) que escuchaba hace poco era la del tipo que tenía dos recipientes con alacranes, solo que mientras una estaba cubierta, la otra está sin tapa y con los alacranes al descubierto. Le preguntan al tipo “¿Por qué una la tiene descubierta y la otra cerrada?” A lo que contesta, “lo que pasa es que la primera tiene alacranes gringos (o europeos, o a donde la envidia los lleve) y rápidamente cuando uno de ellos quiere escapar (salir adelante), los demás le ayudan, trabajan en equipo, entonces para que no escapen los tengo encerrados. Estos otros son mexicanos y ni los tapo porque no se pueden escapar ya que cuando uno de ellos lo intenta, los demás no lo dejan y lo jalan para abajo.” La reflexión digna de muchos mails con “interesantes parábolas de maestros zen” es una crítica a la nuestra reconocidas formas de la envidia. Sin embargo, lo que Rudo y Cursi nos enseña, es que la envidia es algo que no se da entre las personas sino entre los hermanos.
Hace unos días escuchaba una entrevista que realizaba la periodista Fernanda Familiar a unas personas de Polonia. Cuando los entrevistados hablaban de la relación de su idioma con el Ruso y el Alemán, la entrevistadora preguntó “¿Cómo es su relación con Rusia?”. Una de las entrevistadas inmediatamente respondió “Como hermanos”. La respuesta encendió las risas de los otros entrevistados que comentaban que era también de discordia y problemáticas en momentos. Finalmente uno de ellos aclara “Es como la relación de ustedes con los Estados Unidos”. Fernanda Familiar terminó recapitular “Es decir, como todos los vecinos que te puede molestar la basura que echan en tu patio”, y termina completando uno de los entrevistados “… y que no impide que también puedas invitarlo a cenar”. En esa respuesta más elaborada solo se distingue lo que inicialmente se dijo: “como hermanos”. Lo verdaderamente extraño para mí fue el pensar en los Gringos como Hermanos. Tradicionalmente, para los mexicanos, nuestros hermanos son el resto de países latinos y el gringo (“green go!”), es el invasor ajeno, el otro que solo nos quiere hacer mal, al que amamos odiar y viceversa cuando despierta nuestra envidia. Finalmente, en nuestra relación con los Estados Unidos como “el resto” de países latinos, lo que nos encontramos es a nosotros mismos como nación.
Podemos vernos como país, nuestra ideología, ese “desconocido conocido”, en el momento que jugamos con las ideas con respecto a los extranjeros. En un artículo llamado “México: en psicoanálisis…” Néstor Braustein resalta el doble discurso en términos de ideales en México. Por un lado está ese trato especial por “tener el color de piel más claro en su familia” y el desprecio por los “prietitos”, y por el otro lado está “un discurso oficial glorificador de la raza, raza de bronce, raza mía por la que hablará el espíritu”. Si algo es lo verdaderamente mexicano tiene que ver con esa identificación renegada. Como lo menciona Braunsitein, los mexicas, lo precolombino somos nosotros y “ellos”, los españoles, “nos saquearon”. Nuestra raza milenaria, la que construyó las pirámides para cargarse de energía es muestra de una raza gloriosa víctima de los vulgares extranjeros. Simultáneamente, toda relación con las imágenes indígenas son rechazadas al punto de ser “naco” lo vulgar y son los indios los ladinos, embusteros y flojos (“Por eso estamos como estamos, por eso nunca progresamos”).
Para muchos Rudo y Cursi se puede resumir en la frase “historias de triunfo y decaimiento del sueño mexicano”. La historia de dos hermanos que salen de un extracto humilde siguiendo el sueño de convertirse en famosos Futbolistas y Cantantes gruperos, “para comprarle su casa a su madrecita”, dice más en nuestros días post virus de la gripe porcina que cuando fue estrenada.
De Rudo y Cursi se hizo popular la canción “Quiero que me quieras” interpretada por Gael García Bernal. Lo interesante es que la propia canción con su respectivo videoclip funciona como formación de compromiso, como síntoma, donde se presenta esta ideología. Por un lado tenemos su manufacturara especialmente chafa, lo que en la globalización también se llama “kitsch”. Resaltamos el carácter de haber sido realizado así, dándose un fenómeno común en nuestros días, “es bueno y gracioso de tan malo” como muchos videos que se han hecho famosos por Internet. Se condensa el que sea Gael García el que mal canta con la misma denuncia que hace la película que cuestiona el hecho de que un futbolista con nulas aptitudes para el canto se empeñe en grabar un disco y ser famoso.
Esa desconfianza en las instituciones que antes menciona Del Toro puede encontrar su más hermosa manifestación en la corrupción. Cuando nos encontramos con las reglas, el orden dictado por una autoridad, abrimos un espacio de duda “¿Es una de esas reglas que de verdad es necesario seguir al pie de la letra o es de las otras?”. El ejemplo que me han mostrado en repetidas ocasiones amigos extranjeros es la relación con la hora. Cuando se cita a cierta hora cabe la pregunta “¿es de esas ocasiones que realmente hay que ser puntual o no?”. Una extensión de esa filosofía son las expresiones tales como “Es una mexicanada” o “a la mexicana” que refieren algo que está hecho de forma no oficial o desobedeciendo lo que dictan los cánones. En lugar de arreglarlo llamado al especialista o la autoridad mejor lo arreglamos provisionalmente, al “ahí se va”, llegando a estatutos cínicos como “el que no tranza no avanza”.
Hasta aquí nos hemos concentrado en la primera parte de lo dicho por Guillermo del Toro, la desconfianza con las instituciones que bien retrata Rudo y Cursi. Sin embargo queda otra parte, la de la diversión. Más que ser una película de denuncia, tenemos frente a nosotros una comedia incluso en el final que contiene tintes trágicos. Ese buen humor a la mexicana, como la frase di(n)vertida del Fisgón “me río cuando me duele”, es lo que conviene reconocer para en la forma que cada quien hacemos del síntoma a lo mexicano no “nos salga más caro el caldo que las albóndigas”. Como la misma película lo muestra, la tragedia apareció en los hermanos cuando el juego se tomó muy en serio, cuando perdió lo divertido.
Para terminar estos breves comentarios tomemos algo de la película que no está en la película. Nos referimos a un avance promocional de la película producido por la cadena de cine Cinépolis. (http://www.youtube.com/watch?v=8jVgNr5hT8Y) En él vemos a los hermanos Rudo y Cursi en el cine. En ese momento, Cursi recibe una llamada de su madre mientras el resto del público “amablemente” comienza a “recordársela”. Rudo se enoja y les exige respeto porque está hablando con su madre. Finalmente termina la llamada. De repente, se escucha un celular en la sala a lo que el Rudo comenta “¡Shhh!, ¡Nacos estos!” y a parece la leyenda “Por favor apaguen su celular, calladitos se ven más bonitos”. La moraleja que le inventamos a este clip es como la página de Internet Lawaloca “Lo naco es chido”. Es decir, es necesario aprovechar nuestra mayor fortaleza, el humor, si queremos abordar los síntomas de nuestra mexicanidad que nos causan conflicto. En el humor existen máximas importantes como la de “el que se ríe se lleva” y recordando lo que todo cómico sabe, en el humor, en el triunfo del Yo contra el Superyó como lo decía Freud, solo se gana perdiendo y empezar a burlarnos de nosotros mismos. Saber que el que ironiza y es sarcástico, empieza reconociendo la ridiculez de las pretensiones del uno mismo, o lo que es lo mismo “¡Pos tu no vendes piñas!”

4 comentarios:

CARMEN dijo...

Sabe, yo creo que los mexicanos somos un pueblo que vive en una eterna tragicomedia.
Lo del botecito con alacranes, me hace pensar en algo opuesto:los mexicanos como modelo de union, de trabajo en equipo ante las desgracias.Somos el pais que siempre, aver de donde sacamos, pero ayudamos cuando alguien nos necesita. ahi estamos para sostenerlo. Un pueblo tambien que no tendremos para comer ni vestirnos, pero tenemos un estereo de lo mejor o nos compramos un iphone, aunque los tengamos a credito y si no tenemos dinero para comprar...pues compramos al cabo "ya dios dira". eso es realmente "naco". Somos un pueblo de contradicciones,lo mas venerado es nuestra madrecita, nuestra virgencita de guadalupe y la tasa de infidelidad esta por los cielos, veneramos a nuestros muertos en vez de preocuparnos por mejorar nuestras vidas,y las unicas veces que tapamos el grafiti es cuando hay forum de culturas y yo digo para que, si esa es nuestra cultura, me recuerda a la unica vez que la casa esta arreglada,cuando llega visita.Pero los mexicanos, estamos plenamente conscientes de nuestras fallas y por eso ningun habitante de otro pais puede definirse tanto asi mismo como el mexicano y nadie es mas reconocido en el mundo entero que el mexicano y nuestro humor, justamente, lo reitera.

Por cierto, la jaula de la melancolia, de Roger Bartra es una excelente lectura de nuestra cultura.

CARMEN...

Hector Mendoza dijo...

Estimada Carmen, gracias por el comentario. Tambien creo que podemos vivir en la tragicomedia y eso es justo el logro, el giro del sintoma mexicano. El problema es cuando buscamos algo demasiado serio. Este escrito tendrá una segunda parte por lo que me comenta y otro libro "Me río cuando me duele" del Fisgón sobre la cultra del humor en méxico. Gracias

lino dijo...

saludos.

y es que los mexicanos sabemos reirnos de lso problemas, de las grandes tragedias, aveces el problema son los "pequeños" sucesos, esos que nos tomamos demasiado enserio y que proe so se hacen grandes,nos podemos reir incluso de la meurte, pero no soportamos que se nos metan en el trafico, que nuestro equipo de futbol pierda, incluso que alguien nos volte a ver feo, que es eso que nos enoja tanto? (y esa pregunta se la lanzo a usted)
¿pero es la solucion reirse de los problemas?, y esta pregunta ronda mi cabeza ya hace rato, pues se que atra vez del chiste se dice lo que nose peude decir directamente, pero siempre hace click?, siempre se entiende el mensaje, es imposible que la cultura cambie?, debe de cambiar?,
por que por ejemplo, absta con ver lso carteles de las obras de teatro de la metropolis, y lo que nos encontramos es que la mayoria son comedias ¿quee s lo qeu esto nos dice? ¿es esto un sintoma?

gracias.

Carlos Moreno dijo...

Saludos
Quá pasó mi buen Héctor, dos meses sin análisis de película ya es mucho ¿no? o cambiaste de blog?
Saludos desde Monclova
Carlos Moreno