martes, noviembre 04, 2008



La declinación del Edipo a través del mito de Batman
Primera entrega de 5



Batman: ¿Por qué quieres matarme?
Guasón: ¡Ja, ja, ja! ¡Yo no quiero matarte! ¡Tu me complementas!
Batman: el caballero de la noche (The Dark Knight, 2008)


“Abreviando, el semi-decir es la ley misma, interna, de toda especie de enunciación de la verdad y que lo que mejor lo encarna es el mito.”
Jacques Lacan. 11 de marzo 1970.


Cuando a raíz de la más reciente versión fílmica del personaje Batman creado por Bob Kane se habla de la “psicología de Batman” nos encontramos con el bello caso de hablar de algo que no está ahí, a saber, alguien sino algo, un mito. La tendencia actual de retratar a los personajes de comics y demás creaciones de ficción buscando profundizar en sus motivaciones y verlos de forma realista nos habla aún más de ficciones, las ficciones que actualmente establecen la forma como leemos nuestra propia existencia. Si seguimos el sendero de Lacan que nos invita a no buscar las profundidades en el sujeto sino verla profundidad solo de la propia superficie ¿esta tendencia nos habla de la esencia mítica de las mismas profundidades psicológicas con las que se evalúa el mundo actual?

Escuchaba en un programa radiofónico como abordaban la cinta de Nolan desde diversos puntos de vista resaltando el cinematográfico y el crimino-psicológico. En cierto punto de la discusión uno de los participantes se llevó las palmas de mesa cuando comenta “Mientras (Tim) Burton se llevó a Batman a su mundo (de Burton), (Christopher) Nolan lo trajo al nuestro”. Esta frase, compartida por muchos fans de Batman posee un error y un esclarecimiento. Por un lado el error es hablar de un “nuestro mundo” en contraposición de “el mundo” de Burton, en lugar de hablar del “mundo” de Nolan. Finalmente tendríamos que ver ¿por qué el mundo de Nolan es nuestro mundo?

Dicho de otra forma, ¿No será que el mundo de Burton era nuestro mundo en aquella época? Es aquí que siguiendo al error encontramos un esclarecimiento. Ese mundo nuestro es el del comic. Si hacemos una diferencia entre el mundo del comic y el mundo real existe una imposibilidad para que Batman esté en nuestro mundo. Por otro lado, si algo nos enseña el análisis de los mitos es que en su formato de no realidad, en su decir a medias, en su juego de comedia, encontramos la verdad de nuestro mundo, como lo atestiguamos en las formas de estilo narrativos y temas de los comics de Batman ya sea en los años 40, 50, 60, hasta nuestros días. ¿No vemos un cambio ideológico incluso en nombrar “Guasón”, “Comodín” o “Joker”, como “Bruno Luna”, “Bruno Díaz” o “Bruce Wayne”? Ese formato más purista de respetar el nombre como en su idioma original lejos de acercarnos al objeto lo aleja más ya que algo que podría tener sentido juguetón como Guasón, se vuelve intelectual en “Comodín” y francamente políticamente excluyente en Joker cuando el nombrarlo sin traducción hace que se sienta más ajeno. ¿No estamos en la ideología actual que al tratar de incluir discrimina de forma políticamente correcta? ¿Estaremos en los efectos que vaticinaba Lacan con su precisión de la frase del padre de los Karamazov “Si Dios no existe entonces nada está permitido”? Como en los casos de las escuelas que, buscando integrar, a los niños con capacidades especiales los incluyen en un salón de clases regular solo que con apoyo de un compañero para hacer tareas, sin aplicarle los mismos correctivos y sin evaluar su desempeño en clase, ¿“Si no hay discriminación entonces nadie está incluido”?

Cuando se trasmite la sensación de que la propuesta del autor es el mundo nuestro de cada día, tenemos en frente la mejor operación de lo que llamamos ideología, ese discurso que estructura la realidad. Nolan nos habla en términos de nuestra sociedad donde los pacientes llegan a análisis hablándonos en términos psi. Nos hablan de su autoestima, sus objetos malos, su depresión y duelos, su Edipo no resuelto aderezado por su manejo del estrés y su inteligencia emocional. Más allá de que “debieran” de hablar en otros términos, hablan como se puede en estos tiempos por lo que resta reconocer ese mundo de palabras como nuestro, lo que no quita que haya mitos y discursos que lo sostengan.

Cuando se habla de ese “mundo real” donde Batman habita actualmente, pasamos de las versiones a ese lugar donde vemos objetivamente. El Batman de Nolan es el de nuestro mundo, el mundo del DSM donde su problemática es entendida y la ficción solo puede abordarse como engaño y mentiras que llevan al sospechosismo. Nos referimos al DSM debido a su misión constitutiva: la descripción objetiva de los trastornos mentales sin ningún tipo de elaboración teórica que discrimine o de preferencia a alguna. El resultado, un mundo objetivo que a ojos claros es el particular mundo de la psicofamacología contemporánea.

Sin embargo la cinta se sostiene y el mito flota. La ciencia sopla pero no se cae el mundo de los mitos, ya que secretamente se necesitan mutuamente. Esto resulta como verso sin esfuerzo si recordamos que Batman, como personaje, nace de la inspiración febril del adolescente Bob Kane después de ver un aparato, el boceto de un instrumento de vuelo diseñado por Leonardo DaVinci.

Nuestra propuesta es que si la cinta cautiva, si se sostiene en algo, es en la nada del mito, del arte del comic. Vemos los elementos del clásico cine negro, un tipo de estética en las historias de antihéroes. También resaltamos que los momentos cumbre son los más fantásticos de todos, a saber, los enfrenamientos de máscara contra cabellera. El Santo nos devuelve al carril de la decencia.

¿Cuál es la escena cumbre de la cinta? Sin dudas, la escena del interrogatorio, escena que más de un fan se sintió encantado cuando vio las primeras fotos pero no por lo realista que pudiera verse sino por lo no realista que se veía, por la referencia a imágenes de comic, a la historieta. La mejor manera de abordar el tema del mito y así del sujeto, es devolviendo la dignidad de lo ridículo. Como bien lo precisa Zizek en una de sus ultimas conferencias “youtuberas” cuando escuchan a alguien que ha logrado descifrar “el secreto” y llego a darse cuenta que él no es ni su trabajo, ni su ropa, ni las cosas que sus padres han dicho de él, que se ha liberado de toda atadura ideológica paradójicamente habla con el mismo tono, velocidad y palabras que todos los demás “liberados”, dando la impresión de ser marionetas de ventrílocuo.

¿Cómo dejarnos emocionar con este Batman intelectualoide? Volviendo a los monitos. Dejemos para una siguiente entrada dos temas: lo que encanta de la historieta y la estúpida trampa ideológica en la que cae el caballero de la noche al cargar en sus hombros el defender la ley que peligrosamente nos acerca a “Si Harvey ha muerto entonces nada está permitido”.

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