domingo, marzo 23, 2008


Vivir en el Orfanato
Efectos de muerte por el amor total de la Madre

El presente escrito nace a partir de dos experiencias del lazo social. La primera de estas experiencias es la pregunta que amablemente Oscar, un compañero de la facultad de psicología, incluyó en este blog. La reflexión apuntaba a la forma de diversas películas actuales donde se citaban títulos como “Club de la Pelea”, “Número 23”, “The Matrix”, “Eterno resplandor de una mente sin Recuerdos”, “Efecto Mariposa”, “Vanilla Sky” y “Sexto Sentido”; resaltando que estas películas comparten el hecho de que “el personaje descubre al final, que la realidad que ha estado viviendo, es (o no es) diferente, o desviada”. Oscar nos lanza una hipótesis “Creo que es por darle un papel mas activo al televidente, es decir, el televidente "arma" o "reconstruye" toda la película en base a ese acontecimiento que cambia totalmente el giro o la rectitud de la trama”. Concordamos con la hipótesis pero agregamos la pregunta ¿Qué acción implica ese carácter activo en el “giro de tuerca”? Para abordar el tema propongo tres que comparten la estructura y el género: Hide and Seek (Mente siniestra. Dir. John Polson, 2005), The Sixth Sense (Sexto Sentido, Dir. M. Night Shyamalan, 1999) y El Orfanato (Dir. Juan Antonio Bayona, 2007).

La lección de estas películas es clara, creer en las ficciones. Lo único que puede hacernos no morir en el intento de vivir en el mundo postmoderno es reconocer la verdad inherente a toda ficción. Las dos posiciones actuales parecen alejarse de estas propuestas. Las dos posturas políticamente correctas serán similares en este sentido. Por un lado hacer como si creyeran en las ficciones pero realmente no creyendo en ellas (yo hago esto solo por parte del respeto que me deben las tradiciones de los demás, pero realmente me parece absurdo) – discurso tolerante - o creer en las ficciones solo porque les doy el estatuto de evidencia científica (creo en esto porque sé que es así sin ninguna duda) –discurso fundamentalista[1].

Esto lo vemos en el juego de dos lecturas que nos brindan estas películas de fantasmas. Por un lado tenemos a Hide and Seek, donde la torsión crea dos posibilidades. Una es la historia de un padre (el psicólogo David Callaway) que vive con su hija Emily afectados por la muerte de la madre de la niña cuando él sufre un quiebre psicótico lo que hace que adopte la personalidad de un amigo secreto de la niña que asesina a las personas que se interponen entre ellos. La anterior es la lectura políticamente correcta (manifiesta diría Freud). Otra, la latente, me la proporcionó una joven analizante. Se trata de la historia de un padre que es poseído por un demonio que se llama Charlie y que quiere matar a la niña y a todos los que los rodean. El filme permite estas dos lecturas, ese es el verdadero juego de “escondidas”[2].

Pasemos a la segunda película, primera en orden de aparición pero cuyo giro es superior a Hide and Seek, la magistral The Sixth Sense. Mientras que en Hide and seek, en la fantasía (creencia sin evidencia científica) el espectador creía que había fantasma mientras que al final en la realidad se entera que era un padre-psicólogo con problemas psicológicos (drama realista), en The Sixth Sense, en la fantasía (creencia sin fundamentos) el espectador creía que había un psicólogo (llamado Malcolm Crowe) con problemas emocionales (drama relista) cuando en REALIDAD es un FANTASMA (creencia sin evidencia científica), espíritu chocarrero atrapado entre dos planos por no haberse podido despedir de su mujer.

Antes de más interpretaciones tenemos que apuntar que la repetición exige que nos preguntemos ¿Por qué esta relación padre-psicólogo? Vemos actualmente la declinación de la función paterna en psi muy paternales y padres muy asistenciales.

Tenemos que interpretar una con la otra ¿cuál es la postura que debemos tomar frente a esta aparente contradicción? Más que buscar cuál es la realidad debemos asumir que la lección de estas obras se encuentra en la torsión y no en los dos planos. El Orfanato lleva más lejos esta propuesta. Veamos las dos posibles lecturas del filme. Primero, una madre, Laura, comienza a percibir el mundo paranormal que se llevó a su hijo Simón y siguiendo las pistas logra su cometido, cumple su deseo de volver a estar con el pequeño. Otra lectura es que en realidad a Simín no se lo llevaron (y por ende no lo regresan) los fantasma sino que él era quien jugaba con su madre a que descubrió el secreto que le guardaban, montó un juego de pistas, arremete enojado contra ella, pero queda atrapado en el juego y muere. Laura a su vez, tocada por lo último que mantenía el lazo con el hijo, el juego de los amigos invisibles, enloquece de melancolía que termina con el hallazgo del cadáver de su hijo y el consecuente suicidio de una madre trastornada.

Como los sabemos por Freud, Lacan, Escher, Magritte, et Cols, busquemos en los detalles, la escena que cual biopsia concentra esta dialéctica básica. ¿Cómo sabe uno quien es el asesino-protagonista-sujeto de la enunciación de un relato en el cine? Es el que queda vivo al final. La figura del padre (Carlos) es increíble justamente porque es comprensivo. Pensemos en lo que desencadena el clímax de la historia. Laura le pide a Carlos que la deje sola en la casa porque necesita, por su dolor de perder a su hijo, hacer algo (seguir las pistas del juego, rezar, suicidarse, lo usual). Carlos la comprende y se va. Pensemos que el esposo al estar fuera creyera en los fantasmas por alguna circunstancia mística y regresara “justo a tiempo” para encontrar a su mujer y evitar que se suicidara. Otra posibilidad, el sabe que su mujer está trastornada pero se da cuenta que no puede seguir insistiendo porque ella necesita estar en su locura de duelo, sin embargo, no se va del todo, en lugar de darle dos días vuelve al siguiente y la acompaña en eso “loco” que ella tiene que hacer. Esas dos posibilidades traen consigo que no se muera en el intento al final. ¿Cómo se llega a eso? Arriesgando a la posibilidad de creer en la ficción. O, creo (se me revela) en lo increíble (el mundo paranormal), o, no creo (dudo) en lo creíble (el acuerdo tácito y tolerante), en lugar de no creer en lo increíble o solo creer en lo creíble lo que traería tanto el goce estúpido de las profecías auto-cumplidas de la sociedad tolerante y fundamentalista.

Estos intentos de hacer más activo al espectador lo comparto pero siempre y cuando recordemos que lo único que se le pide al espectador de cine es que crea en la ficción que se le está presentando. El objeto de “culto” actualmente es la creencia misma, no es que no creamos en nada como nos dicen los intelectuales políticamente correctos sino que no advertimos que seguimos creyendo y que lo evidente siempre es sostenido por lo que primero vemos, dijo Freud, “por los oídos”. Vamos al lugar donde la creencia y la certeza se tocan. Terminamos con la segunda experiencia social que nos empuja aquí.

Cuando se habla de la propuesta psicoanalítica que explica el proceso de las psicosis es común que los conservadores hablen del evento traumático o que los de izquierda hablen del proceso de la forclusión. Lo interesante es cuando nos detenemos en los detalles clínicos de estas dos propuestas. Por un lado cuando se habla de trauma, cuando vemos las finuras del caso vemos que lo traumático resulta ser del orden del incesto que en términos psicoanalíticos es el cumplimiento del máximo deseo infantil. Por el otro lado, el de la forclusión, ese término no se dice en su nombre completo, es decir, con nombre y apellido, forclusión del nombre del padre. Si hay forclusión que importe en las psicosis es la del nombre del padre, la función paterna como tal.

El caso de la tragedia que sucedió en Hualahuises (Magdalena Álvarez Castillo) nos hace recordar diversas apreciaciones. Por un lado, lo vinculamos con el caso de las hermanas Papin que ha Jacques Lacan le mereció unas palabras sobre el crimen paranoico. Además, recordamos el caso construido por Robert Gaupp y Vindras sobre el pastor Wagner. Como interpretación poética sigamos las pistas que dejan en su estudio estos casos.

Primero, la condición de denuncia social. El caso de las hermanas Papin, rápidamente se convirtió en un estandarte de consignas sociales. No es extraño que los servidores públicos se encuentren en su labor cotidiana de atención a la ciudadanía con historias que tienen un carácter de denuncia “rara”. El carácter de denuncia a una institución correspondiente, a ese agente de la ley paterna que debe de operar en algún lugar es de tomar en cuenta. En otras palabras, al ser un caso público debemos admitir que los mensajes escritos en esos diarios van dirigidos a ser leídos por la sociedad en su conjunto. Si el amable lector ha leído esas cartas, admitamos que es parte del Otro al que se dirigen esas palabras.

La característica de “tragedia de pueblo” es la más complicada. Dejemos a un lado la fantochada capitalista de “respeto tolerante a los diversos grupos” y resaltemos que lo paradójico de estos casos es su carácter de “pueblo normal”, que al suceder semejante acto ahí, hizo que lo pusieran en el mapa. Como sucedió con otro tipo de crimen paranoico, Littletown, Colorado.

Antes de avanzar, reconozcamos que al decir crimen paranoico, si hablamos de algún tipo de locura, la propuesta que hacemos es la de un tipo de locura de amor. Recordemos en los tres tipos de delirios clásicos: Persecución, de grandeza, erotomaniaco. Los tres tienen esta característica de amor excesivo. Cuando se dice “Dios, los ovnis o Calderón me quiere chingar” fácilmente estamos en los otros dos tipos de delirios. Podemos preguntar ¿No es ya de grandeza cuando admitimos que Dios se contentaría con chingar especialmente a ese humano? O ¿No es ya erotomaniaco cuando decimos que lo hace porque le produce placer? Lo que nos encontramos es la estructura de un tipo de amor ilimitado. El amor vence los obstáculos como lo sabe todo aquel que guste de historias románticas, pero, ¿y si no hay obstáculos? ¿Estamos en la paranoia cuando tomo el girasol y a cada pétalo aseguro tajantemente “¡me quiere, me quiere, me quiere, me quiere…!”

Nuestra evidencia de gente civilizada, civitas, los que viven en la ciudad, nos impide reconocer fácilmente que en los pueblos todo es más limpio y claro, desde el aire hasta los dramas. Si pueblo chico, infierno grande, entonces ¿pueblo grande, infierno descomunal? Cuando el Hijo de Sam, el famoso asesino en serie de los años 70’s en Nueva York llamó a la policía para denunciar que el perro rottweiller de su vecino le ordenaba salir a matar para darle sangre, la policía no hizo caso no porque sonara anormal su reclamo, sino porque era excesivamente normal; ya habían recibido muchas llamadas de tipos diciendo esas loqueras, o peores. Lo primero a lo que se acostumbra alguien en una ciudad es el difícil arte de transitar entre mucha gente y no convivir con nadie. Estar en el anonimato. De ahí, que la ciudad nos brinda buenos pretextos para nuestro malestar y si se cometieron actos locos fue por “el estrés de la vida en la ciudad”, las drogas o el pandillerismo, etc. Solo hagamos la ecuación de loco del pueblo y podemos tener una medida de población interesante.

Ya llegamos al tema del amor, y uno no cualquiera, el de una-sola madre. Las preguntas obvias son las que orientan más. Proponemos algo desde nuestra doctrina ya que hemos escuchado las otras, tan validas como cualquiera. Nos referimos a la propuesta explicativa médico-siquiátrica que nos informa acerca del desajuste bioquímico del cuerpo del delirante, además de conocer la propuesta socio-psicológica que nos enseña la influencia del medio ambiente en el desarrollo de la patología. Añadimos la propuesta psicoanalítica que se ubica en una frontera entre lo psíquico y lo somático como lo propuso Sigmund Freud, ya que sabemos de donde viene el delirio (el cuerpo o la sociedad) atengamos a lo que nos dice. Retomo la pregunta que un amigo me hizo “Ella dice en su diario que las mató porque las vigilaban en el pueblo, que habían violado a sus hijas y que se las iban a robar para prostituirla, ¿eso estaba solo en su cabeza? No era cierto eso, ¿verdad?” Agradezco que me hayan hecho la pregunta porque más que buscar la respuesta preguntemos por la propia pregunta. ¿Importa realmente la diferencia entre que si lo imaginaba o era cierto? Muchos dirán que si pero les sugiero este ejercicio mental. Hagamos de cuenta que es cierto, realmente las vigilaban, las violaron y las iban secuestrar para prostituirlas ¿es razón para matarlas? Si una madre se entera que su hija será secuestrada para prostituirla, ¿la única salida que tiene es matar a la hija y matarse ella?

Esto nos recuerda la clásica frase de Lacan sobre el loco: “Un loco es un mendigo que se cree rey pero también un rey que se cree rey”, volveremos a esa frase más adelante, pero adelantamos con otra pregunta ¿Una persona con delirio de celos deja de ser paranoico cuando su pareja le pone el cuerno?

Como lo menciona Slavoj Zizek con respecto al joven neonazi que cuando le preguntan porqué golpeó a un negro y contesta “por la segregación social por la falta de amor de mis padres, por la ideología y crisis de valores de mis sociedad, por la carga genética de mis padres, etc”, aún y cuando todas esas razones sean ciertas, eso no le quita la responsabilidad del placer y lo que fantaseó al momento de hacerlo. Lo que es suyo, más que él mismo, es la realización de deseo experimentada en ese momento.

La única salida de la muerte y el suicidio es lo trágico en este caso. La muerte por protección. Arriesguemos a seguir la verdad en la fantasía delirante. Por un lado tenemos el amor de las madres por sus hijos y después tenemos este acto de esta madre ¿qué distingue el acto de esta mujer de otros actos de otras madres que no terminan suicidándose sabiendo que los hijos viven en un mundo de cada vez más riesgos?

La distancia entre este amor de madre y amor total de madre es la que encontramos entre el fan y el fanático. Orbitamos en la extraña senda de los fans, los detractores[3] y los fanáticos. Para marcar esta diferencia plateamos estos criterios. Los Fan y los detractores se encuentran en los dos extremos de una misma dialéctica. Ya sea odiar amar al ídolo en el caso de los fans donde ese odio se trasforma en sufrir por el ídolo, o amar odiar al ídolo que también adquiere la forma de amar hacer sufrir a los fans. Héroe y villano se encuentran en una casa de espejos. Los fanáticos se cuentan fuera de ese espejeo, ya que ellos si odian o aman lo hacen de forma pura. Es ahí donde el fanático pone en acto la fantasía inconsciente de los fans y los detractores.

Imaginemos a un creyente que va a cruzar una calle transitada y le pedimos que, si cree en Dios, lo haga con los ojos cerrados. Puede responder un “Si creo en Dios pero ¡no estoy pendejo!” o su traducción políticamente correcta “Creo en Dios, pero él me ha dado la inteligencia suficiente en su infinita misericordia para darme cuenta que correría peligro mi vida y dejaría que por libre albedrío tomara la decisión correcta.” Solo admitiríamos como fanático aquel que inmediatamente nos atacara por si quiera dudar de su fe o por el contrario cerrara sus ojos y comenzara a correr por la calle.

Un acto como este, demanda una respuesta inmediata, pero ¿de qué forma debe ser esta respuesta? Se busca a los expertos con preguntas con relación al caso ¿por qué lo hizo? Se pregunta pero no se escucha directamente. Lo que hemos perdido es nuestra capacidad de asombro. Cada vez son menos impactantes los casos de tiroteos en escuelas norteamericanas, casos donde lo verdaderamente trágico que resaltamos como en la tragedia de Hualahuises es que fue un tiroteo que terminó en suicidio. Pensemos en la solución de las dos posibilidades, arriesguemos a creer en lo increíble: 1. Era una mujer con un trastorno neuroquímico y 2. Era una madre que quiso a toda costa proteger a sus hijas, en las dos posibilidades lo trágico es que no se vea ninguna salida más el suicidio. Como lo sabían nuestros padres, el suicidio en la verdadera muerte de Dios, por eso es el máximo pecado, la Blasfemia. La blasfemia no es renegar de Dios, ni si quiera maldecir a Dios sino hacer de conocimiento de Dios su carácter impotente.

Cuando ella dice que vigilaban todo el tiempo a sus hijas no se contaba a en la foto, era cierto, ella, su madre, las vigilaba todo el tiempo. La madre Magdalena es total en su acto y la tragedia es que solo tuviera vida como madre. Citemos a Lacan en este punto:

“¿Que diferencia a alguien que es psicótico de alguien que no lo es? La diferencia se debe a que es posible para el psicótico una relación amorosa que lo suprime como sujeto, en tanto admite una heterogeneidad radical del Otro. Pero ese amor es también un amor muerto.”[4]

El Otro, ese Otro del orden simbólico queda reducido en su persecución a otro imaginario, adquiere una condición de semejante y se tiene demasiado cerca. Ese Otro, que sería la propia función de la maternidad es visto como la única imagen que da cuenta de existencia de esta mujer.

Cerramos con lo más escalofriante del caso. Se mencionó en los medios que esto se pudo haber prevenido si tan solo ella hubiera ido, o sido llevada, con algún especialista en salud mental, si tan solo se hubiera acercado. Las denuncias son ya un tipo de acercamiento. El problema es tomar la denuncia y querer inmediatamente remitirla con los especialistas, admitiendo que no hay posibilidad de creencia en el discurso de la denuncia.

Cuando al final de la película “Bedazzled” (Stanley Donen, 1967) George Spiggott, alias el Diablo, se queda sin volver al paraíso y oye la risa de burla de Dios voltea al cielo y le dice “¡Oh! ¡You are unbelievable!” Justamente ahí reside la operación del nombre del padre, ese segundo Otro, el padre simbólico, cuando opera creemos en él porque es increíble. Para bien o para mal.



[1] Otra forma son las dos posibles lecturas evocadoras a los Karamazov. 1 Dios ha muerto entonces nada está permitido. 2. Dios está vivo entonces todo está permitido.
[2] Hide and Seek puede traducirse como “Las escondidas”, el eslogan de la película es “Come out come out whatever you are.”
[3] Una figura de identificación de detracción rebelde adolescente se escucha en esos divertidos programas de radio sobre Fútbol, que a nivel local adquiere la forma de identificarse con cuatro opciones: Soy Tigre, Soy Rayado, Soy Anti-Tigre (que no necesariamente me convierte en Rayado) y Soy Anti-Rayado (que no necesariamente me convierte en Tigre). También nos lleva a la respuesta del personaje de la película “Más extraño que la ficción” cuando le preguntan “¿Pertenece a un grupo anárquico?”: “¿Los anarquistas tienen grupo? ¿Qué acaso no iría en contra del propósito de ser anarquista?”.
[4] Lacan, J. Clase 31 de mayo 1956.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta es la primera vez que me aviento a escribir algo aqui, pero quede fascinada con este tema y una pregunta quedo dando vueltas en mi cabeza , aunque la figura paternal es una de las mas fuertes en nuestra sociedad al ver todo su escrito esta muy por fuera no? muy en la periferia de todo lo que pasa

En el caso de la sra de Hualahuises el padre solo dijo estar muy triste por lo acontecido pero ¿Donde estaba en todo el proceso? en el Orfanato el papá siempre negando lo que pasaba, lo que Laura escuchaba y lo que decia

de verdad el padre es asi de ausente? o nosotros nos enfocamos mas en la madre que todo lo puede y que su deber en esta vida es ese, ser madre y por consecuente la culpa siempre es de ella

increible el tema y por favooor el tema de los fans, los detractores y los idolos deberia de ampliarlo algo mas, lo esperare con ansias

saludos

Gabriela Llanas 5ºsemestre.

Hector Mendoza dijo...

Estimada Gabriela, le agradezco se haya tomado la molestia de escribir, sobre todo por lo interesante de sus observaciones. hay algo de la figura del padre que se sostiene en sus ausencia pero en la creencia (el ultimo port sobre KungFu Panda lo desarrolla). Cuando hablamos de la paternidad ¿a què nos referimos? A un hombre quin toma a un niño bajo su tutela o al concepto mismo del tutelaje con todo lo que esto implica. El tema de los fans, detractores e ìdolos serà mi pròximo post en la figura de lo que soy fan The Beatles". Gracias de nuevo.