jueves, febrero 16, 2006

Trauma e Histeria en Freud y Lacan

Por: Paul Verhaeghe[1]


Sumario:
Desde un punto de vista histórico, la controversia concerniente a la causa de un trauma es errónea, más aún, oscurece una tesis freudiana importante: la fantasía es una elaboración defensiva del “real” traumático. La teoría lacaniana ofrece un entendimiento de este “real” traumático: en particular el cómo la falta de palabras para dar un significado (“significante”) a una pulsión hace a la pulsión potencial y terroríficamente traumática. Esto es denominado “trauma estructural”, y se considera como causante de la histeria. La neurosis traumática incluye un trauma adicional, denominado como “accidental”. Un examen más detallado revela que los humanos son movidos por dos contradictorias formas de placer, donde la interacción mutua entre ellos sigue siendo misteriosa.

Quiero empezar este escrito con una pregunta: ¿por qué es que tenemos que reabrir el tema del trauma en general y la visión de Freud en particular? Una respuesta obvia es que actualmente nos enfrentamos cada vez más que antes con esta patología, no solo en Bélgica. El significante “trastorno por estrés postraumático” se encuentra virtualmente en todos lados. Desde luego, resulta muy difícil el aprobar o desaprobar la hipótesis de que las experiencias traumáticas son más frecuentes de lo que eran antes. De cualquier forma, es obvio que la reciente propaganda sobre la “terapia de recuperación de la memoria” ha justificado todo el problema. A partir de ésta, la discusión se retoma, aunque de diferente manera, de la discusión sobre Masson, quien a comienzos de los ochentas trató de probar que tan mal estaba Freud en materia de trauma. Tales excesos han recibido un nombre propio, se le conoce como “golpe freudiano” (Freud’s bashing). La pregunta más importante desde el punto de vista clínico es el porqué un número de personas consideran necesario golpear a papi Freud, o, por el otro lado, consideran necesario defender a papi Freud. Pero esto nos llevaría a una discusión sobre el complejo de Edipo, lo cual no nos concierne el día de hoy...

Una de las cosas más importantes sobre estas discusiones es su carácter extremo, el cual es como las “normales” conferencias de prensa, tanto en tiempo de Masson y actualmente. Uno no necesita mucha experiencia clínica para reconocer el hecho que esta característica extrema traiciona un tema oculto. Desde un punto de vista clínico, es muy importante descubrir este punto, para discutirlo abiertamente. La cosa en cuestión no es nada sino un juicio de valor subyacente que divide arbitrariamente la practica clínica en dos partes diferentes. Por un lado, encontramos los pacientes histéricos con su etiología del trauma de seducción infantil meramente fantasmático, e imaginario. Aun más: no son sino simuladores que juegan con las leyes de la ciencia. Históricamente, esto empieza con Babinsky, uno de los padres fundadores de la neurología que entrenó a sus asistentes en diagnósticos diferenciales de tal forma que pudieran separar a los pacientes reales de los falsos, es decir histéricos. En verdad, los síntomas conversivos de estos pacientes histéricos no se ajustaban con las leyes objetivas de la ciencia, entonces estos debían ser fraudulentos. Por oposición, uno encuentra los pacientes reales, que significa, desde este punto de vista, aquellos que habían sufrido de situaciones traumáticas reales y cuya patología es una consecuencia directa de estas situaciones. Además, aunado a ser pacientes, ellos eran también víctimas y merecían no solo nuestra atención, sino que nuestra simpatía y nuestra lástima.

Lo más notable de esta categorización binaria es que la primera categoría tiende a reducirse mientras que la segunda a crecer. Hoy en día, casi no quedan pacientes, existen solo víctimas que no tienen ninguna implicación en su situación. Históricamente hablando, este juicio de valor fue ampliamente difundido por el movimiento feminista. Así los pacientes o víctimas eran casi siempre mujeres, y los agresores sexuales eran casi siempre hombres. Desde entonces, una nueva forma de denominación comenzó a ser ampliamente utilizada: uno no dice “paciente”, ni siquiera “víctima”, el significante correcto es: “sobreviviente”. Incluso si alguien como J. Herman cae en esa trampa en su libro “Trauma y recuperación”, la obligación para esta “corrección política” debe ser bastante fuerte. Irónicamente, en el mismo libro ella misma demuestra el hecho de que la discusión histórica sobre histeria y trauma es retomada actualmente bajo nuevos significantes, donde los desordenes borderline corresponden a la histeria y el estrés postraumático para las neurosis traumáticas. "L'histoire se répète", la historia se repite, especialmente en cuestiones de trauma.

Un segundo factor que agudiza las posteriores discusiones, tiene todo que ver con la situación típicamente americana, es decir, el sistema de seguros y su sistema jurídico. Sin entrar en detalles, podemos sostener que en los Estados Unidos la prueba ser de tipo “genuino”, es decir, una psicopatología basado en la realidad, es necesario para hacerse (¡ganador!) de un pago de seguro. Además de existir, una cierta clase de abogados especialistas en demandas por “mala práctica profesional”, y en este caso solo deben escoger el blanco: o demandan al agresor sexual, o demandan al terapeuta.

Hasta ahora, no tenemos esta situación en Europa. Mientras podemos conservar nuestra distancia, es más fácil para nosotros detectar y formular las preguntas éticas esenciales que se encuentran en la base de esta discusión, junto con sus respuestas, que traza líneas definitivas. La pregunta gira sobre la posición del paciente en torno a la situación traumática. O uno considera al paciente como mera víctima de un agente externo, que significa que él o ella requiere ser ayudado o sostenido; o uno considera que el paciente no solamente como víctima sino como alguien con un impacto en sí mismo, aunque sea solo de forma limitada de elección. La diferencia entre estas dos respuestas puede ser entendida como la diferencia entre el discurso del amo y el discurso psicoanalítico.

Si la discusión toma lugar dentro de un contexto “político”, más común que lo contrario, los pacientes serán considerados como víctimas y sobrevivientes. Dentro de un contexto clínico, por el contrario, los clínicos tienden a escoger la segunda opción. Así, tanto Judith Herman y James Chu enfatizan la necesidad de que exista distancia emocional, es decir, tomar distancia del rol sobreprotector. Herman considera que el quitarle responsabilidad al paciente, es uno de los principales errores terapéuticos. Chu concuerda cuando menciona que le corresponde a la responsabilidad del paciente el entender el qué y el cómo las cosas que le pasaron a él o ella, y mantiene el elemento de elección. Estas ideas tienen eco en las ideas freudianas originales en el llamado “Neurosenwahl”, la elección de la neurosis. Esto no es coincidencia, porque es justamente este el factor que hace posible la psicoterapia. Si uno se atiene a la primera respuesta, entonces termina en un completo determinismo y además de pesimismo terapéutico, incluso fatalismo: el paciente se ha convertido en lo que se tenía que convertir, debido a sus experiencias traumáticas. Si uno elige la segunda respuesta, entonces existe un elemento mínimo de elección y de implicación del sujeto, lo cual es precisamente la condición mínima para el cambio. Agreguemos el hecho de lo que sostiene Lacan como el “futuro anterior” en contraste al “tiempo pasado”: Yo seré lo que soy ahora a través de mi elección”, en lugar de: “yo soy lo que ya era”. Las elecciones ahora determinará el futuro del sujeto.

Hasta aquí con mi introducción, como un intento para resaltar el problema ético que subyace en el reciente debate sobre el trauma. La teoría de Freud resulta ser en este aspecto tanto más clínica como sutil de las que se encuentran en boga. En el resto de este artículo, quisiera elaborar esta teoría desde el punto de vista lacaniano.

Antes que nada, es importante recalcar que es imposible estudiar la teoría de Freud sobre el trauma de forma aislada. Uno tiene que tomar en cuenta por lo menos tres diferentes temas. El primero concierne a la discusión sobre el trauma versus la fantasía pero tiene que ser ligada la teoría de Freud en materia de etiología. El segundo tema versa en general sobre el funcionamiento psicológico y en lo particular sobre la función de la memoria, que lleva al corazón de la metapsicología freudiana. El tercer tema implica la meta de todo esto, es decir, la cuestión del tratamiento y sus fines.

Si uno estudia la teoría freudiana sobre el trauma desde estos tres puntos de vista – etiología, metapsicología y el fin del tratamiento – pronto se vuelve obvio que la teoría de Freud evolucionó constantemente. Solo existen tres ideas que se mantuvieron constantes. Primero, la característica más obvia del trauma se encuentra en el hecho de no poder ponerlo en palabras, el paciente no logra verbalizarlo. Segundo, el trauma siempre es de naturaleza sexual, aunque el significante “sexual” debe ser entendido como “relacionado a la pulsión”, “pulsional”, basado en la idea freudiana de “Trieb”, pulsión. Tercero, desde el punto de vista freudiano, un trauma siempre tiene que ver con un conflicto, y además con una defensa, más específicamente, con una defensa interna del sujeto.
Como siempre he dicho, la teoría freudiana es mucho más complicada de lo que usualmente se piensa. Si uno se detiene en una sola oración de una carta a Fliess, de septiembre de 1897, entonces podemos asumir que Freud dejó de creer en la etiología traumática. La oración dice lo siguiente: “Ich glaube an meine Neurotica nicht mehr”, ya no creo en mis neuróticas. Si uno toma en cuenta la teoría en general, entonces las cosas se vuelven más complicadas. Demostraré que Freud superará la pregunta inicial sobre si el evento traumático realmente pasó o no; elaborará una teoría en donde la sola idea de trauma recibe una posición estructural en el advenimiento de cualquier ser humano. Es obvio que el significado de trauma ha cambiado con esta nueva teoría. Esto se volverá más claro, si lo estudiamos desde le punto de vista lacaniano, con la categoría de lo Real.

Rastreemos los pasos de Freud. Antes de 1900, la pregunta de si el evento traumático realmente pasó o no, no molestaba a Freud. Su atención estaba dirigida a las diversas formas en cómo trata este trauma el aparato psíquico. Su primera teoría se encuentra basada en la psicología académica de su tiempo con Herbart y Wund como personajes principales. Basado en sus teorías, el definirá al factor traumático como un Erregungszuwachs, un incremento de excitación que no puede ser adecuadamente descargado por el sistema neuronal. El hecho de no poder ser descargado es causado por la forma típica en la cual el trauma es representado psicológicamente, esto es: por una llamada “representación anti-tética”, la cual es una representación que el paciente trata de sustraer de la conciencia; si el paciente lo logra, entonces la representación no puede ser verbalizada ni descargada y se vuelve patógena. En sus Estudios sobre la Histeria, Freud concluirá que estos bewustseinsunfähige Vorstellungen, estas representaciones que con incapaces de volverse concientes, forman el núcleo del complejo patógeno.

El punto importante de esta línea de pensamiento es la idea del conflicto: un trauma instala una división conflictual dentro de la psiqué; es esta idea de división o disociación que lleva a Freud a la idea de la división entre un sistema Conciente y un Inconsciente. El objetivo terapéutico en esa época es tanto para Freud como para Breuer la llamada catarsis. Por medio del uso del método hipno-catártico, el paciente es inducido a reproducir el complejo representacional inconsciente antitético. Si es exitoso, entonces se supone que el afecto que lo acompaña será liberado y descargado, que traerá como efecto que las representaciones inconscientes serán integradas en las asociaciones conscientes normales. Estas representaciones inconscientes se revelen casi siempre como teniendo un carácter visual, lo cual brinda a Freud la idea de que el tratamiento consiste en la verbalización de algo que obviamente no era verbal. De ahí el uso frecuente, durante los estudios de casos de ese tiempo, de las expresiones tales como Absprechen, Aussprechen, literalmente, poner en palabras (“to speak out”).

Como se dijo antes, en esa época, Freud no tiene duda alguna sobre lo genuino del trauma. Su principal preocupación consiste en el hecho de si los restos mnémicos del trauma no pueden ser verbalizados. Él no duda de la posibilidad de esta verbalización como tal; de hecho, los experimentos con hipnosis lo convencen del hecho de que tanto el completo recuerdo y la verbalización deben ser posibles. De cualquier forma, en su práctica clínica simplemente no podía hacer surgía esas últimas palabras; en lugar de producirse la verbalización final, sus pacientes seguían produciendo nuevas cadenas asociativas, llevándolo a una serie de traumas anteriores. Además, estos traumas son de naturaleza sexual, lo cual fue algo impactante para finales del siglo XIX.

En 1895, Freud sostiene que toda histeria se basa en la seducción sexual en la niñez, a la que el niño reacciona con lo que denomina como un “temor sexual presexual”. Freud no se adhiere a la indignación moral, sino que trata de entender como la psiqué reacciona a esta situación. Asume que el niño seducido no entiende que pasa en el momento de la escena misma, porque no posee las palabras correctas para ello. De ahí su extraña formulación: un temor sexual presexual. El hecho de la falta de palabras en el momento del trauma explica las dificultades en el proceso de recordar y la sucedánea imposibilidad de la descarga.

Además, durante su práctica clínica, Freud se encuentra con un elemento inesperado el cual abre una totalmente nueva dimensión, las fantasías de sus pacientes. Inicialmente, el considera a estas fantasías como un obstáculo, algo que se presenta en el camino, con el propósito de encubrir las memorias verdaderas de la cosa real. Pronto, descubre su función defensiva: las fantasías son intentos del niño por entender lo que no puede comprender, son construcciones defensivas. Citemos a Freud: “tales fantasías regularmente, a mi parecer, remiten a cosas que el los niños oyeron a una edad temprana y solo entienden después”. Esta cita proviene de una carta a Fliess, fechada el 6 de abril de 1897. El 2 de mayo, escribe: “las fantasías son producidas por cosas que fueron escuchadas pero entendidas subsecuentemente y todo su material es, desde luego, genuino. Son estructuras protectoras (…)”.

A partir de estas citas, queda claro que en esa época, Freud no piensa en términos de “o lo uno o lo otro”, o real o solo imaginario. Aún más: los dos, lo real y lo imaginario, se encuentran en una relación peculiar. Es el descubrimiento de esta relación lo que se perderá luego, a través de discusiones ingenuas en términos de “o lo uno o lo otro”: la fantasía es un intento de dar sentido a una parte del Real que se resiste al Simbólico. En ese momento, esa parte del Real es entendido por Freud como la escena de seducción, y es precisamente esa interpretación en la que dudó después. De cualquier forma, nunca dudó de la mencionada relación, lo único que cambiará es su opinión al respecto, la forma en cómo entiende la escena original.

En otras palabras, si aseguramos que Freud ha abandonado su teoría del trauma, esto no solo esta equivocado, sino que falseamos la historia, lo cual da a la discusión sobre estos temas una dirección completamente diferente. De hecho, esta interpretación falsa niega el interés de Freud en la relación entre la fantasía por un lado y cierta realidad por el otro. Es mucho más interesante el preguntarse el por qué Freud, en cierto momento, comienza a tener dudas sobre el contenido de esta realidad. Uso la palabra “duda” de forma explícita, debido a que nunca abandona la teoría del trauma como tal. Por el contrario, su lucha con ello continuará a través de toda su obra; al final y como resultado de esta lucha, reformulará el problema en otro nivel. Una de las razones por las que duda, tiene que ver con los cambios de enfoque con respecto al funcionamiento de la psiqué y las asociaciones del paciente. Para ser más específico: descubre el hecho de que es imposible marcar una diferencia entre la realidad y la fantasía en la historia del paciente. Este descubrimiento tendrá sus efectos en su teoría sobre la memoria.

Como antes en 1899, el cuestiona la idea de si somos capaces de realmente recordar algo, debido a que los recuerdos de la niñez siempre son construidos en un momento posterior, cuando otras cosas se han vuelto más importantes en comparación con lo vivido en la niñez. Una segunda razón para sus dudas tiene que ver con sus descubrimientos sobre la sexualidad infantil y la posibilidad del placer sexual en propio infante. Debe haber entonces alguna clase de conexión entre l trauma y/o la fantasía, pero para ese entonces, no la pudo encontrar. Freud regresa a su pregunta de sus Tres ensayos para una teoría sexual. Cuando elabora la forma en que la pulsión opera en los niños, produce una muy interesante definición de pulsión: “(una pulsión) en sí no posee cualidad alguna, sino que ha de considerarse sólo como una medida de demanda de trabajo para la vida anímica.” Freud interpreta el efecto de la pulsión como un aumento en la excitación y la tensión que amenaza con rebasar al yo (ego) en caso de que esta elaboración psicológica no tome lugar. Ahora, esta descripción no es nueva y encaja perfectamente con otra descripción, la primera que Freud formuló en 1916 sobre la idea de trauma. Cito: “la expresión «traumática» no tiene otro sentido que ese, el económico. La aplicamos a una vivencia que en un breve lapso provoca en la vida anímica un exceso tal en la intensidad de estímulo que su tramitación o finiquitación {Aufarbeitung} por las vías habituales y normales fracasa, de donde por fuerza resultan trastornos duraderos para la economía energética”.

Si comparamos estas dos definiciones, encontramos una analogía marcada entre la pulsión y el concepto de trauma en Freud. Esto es, entre los efectos sobre la psiqué de una agencia externa, el trauma, y una supuestamente externa, el trauma. Además, en su correspondencia con Fliess, particularmente en el Manuscrito K, Freud ha descrito el origen de la histeria en términos de sobreexcitación, si tal fuera el caso, la fuente de esa sobreexcitación se considera como externa, es decir, de nuevo el trauma. En ambos casos, trauma y pulsión, existe una llamada Erregungszuwachs, un incremento en la tensión energética, la cual debe ser descargada. La forma terapéutica de descarga es la verbalización, ya que es el mejor camino psicológico de descarga. La falta de tal verbalización aumenta la ansiedad en particular y la psicopatología en general. En ambos casos, uno encuentra una situación de conflicto.

Es dentro de este conflicto que uno puede discernir dos formas diferentes, con una posible interacción posterior. La primera forma es general y además estructural, la segunda es particular y además accidental. La accidental es concerniente al trauma e en sentido normal de la palabra, por la cual el sujeto entra en conflicto por algo, o alguien, del mundo exterior. Este trauma y el resultante conflicto son accidentales, debido a que no debió haber sucedido. La forma general es concerniente a la pulsión, por el cual un conflicto interno toma lugar, es en si mismo ineludible, debido a que tiene que ver con todo lo que en esencia es humano y cultura. Esto nos lleva a una idea muy importante, a saber la idea de que la sexualidad humana contiene potencialmente el mismo efecto para el sujeto como el trauma externo, esto incluso en ausencia de cualquier elemento externo. Esto es lo que Freud formula en uno de sus manuscritos mandados a Fliess (Manuscrito K), donde sostiene que, cito “Mi opinión es que dentro de la vida sexual tiene que existir una fuente independiente de desprendimiento de displacer; presente ella, puede dar vida a las percepciones de asco, prestar fuerza a la moral, etc.”. Tiempo después, regresará a esta idea en su ensayo El malestar en la cultura (1930).

Incluso actualmente, esta es un declaración que resulta sorpresiva, la cual nunca ha sido comprendida por los que abogan por la total libertad sexual. El mismo Freud lucha contra su esta idea, le tomará más de veinte años antes de estudiar esta fuente independiente de displacer. Y no es coincidencia que este ensayo lo devuelve a la idea misma de trauma y neurosis traumática. El título de otro de sus escritos habla por sí mismo: Más allá del principio de placer (1920).

El efecto de este estudio es que la controversia trauma-fantasía se reconsidera en otro nivel. Quisiera resumirlo de la siguiente forma. La pulsión en sí misma, independiente de cualquier trauma determinad externamente, tiene un efecto potencialmente traumatizante, al cual la psiqué tiene que emitir una respuesta, esto es, con una elaboración psicológica. Esta elaboración se lleva a cabo dentro y por la fantasía, la cual recibe por este camino una muy importante función. De esta forma, existe una perfecta analogía entre el sueño y la ensoñación diurna, no solo porque ambos presenten un deseo en realización, sino porque ambos tratan de proveer una elaboración representacional de algo que es muy difícil de representar. En La interpretación de los sueños (1900), Freud ya había concluido que el núcleo del sueño contiene algo que nunca podrá ser representado, y considera a ese núcleo como el centro de nuestro ser. Esta es la explicación de la neurosis histérica.

Además de este trauma determinado estructuralmente, el cual se presenta en todo ser humano, existe el trauma real accidental, causado por in agente externo. Este trauma entrará inevitablemente en interacción con el trauma estructural causado por la pulsión del propio sujeto. Aquí, la Histeria se transforma en neurosis traumática, pero la función de la fantasía continúa siendo la misma, digamos que elaborando en lo Imaginario lo que no puede encontrar respuesta adecuada en el Simbólico. En caso del trauma accidental, esta elaboración no es suficiente, la etiología real de la neurosis traumática también causa síntomas en lo real, siendo el fenómeno psicosomático y la auto – mutilación, los más conocidos.

La intervención de un trauma real sobre el trauma estructural causado por la pulsión del sujeto, abre la posibilidad de una línea de defensa particular, es decir: que el conflicto interno original es al menos parcialmente exteriorizado, proyectado. Esto puede ser generalizado: todo sujeto intenta proyectar este conflicto interno, incluso donde no existe trauma externo. De hecho, uno no puede escapar de una situación de conflicto interno, y esa es la razón de su proyección. Este es el mecanismo que se encuentra en la base de, por ejemplo, la fobia. Esto explica nuestras ideas iniciales sobre los juicios de valor subyacentes y las dificultades de reconocer la propia implicación en cuestiones de psicopatología. La culpa y la ansiedad deben ser evitadas.

De cualquier forma, de aquí en adelante, nos confrontamos con una pregunta doble. Primero, ¿cómo opera esta función defensiva de la fantasía? Segundo, ¿Cómo es que la pulsión, que tiene que ver con el placer y la satisfacción, implica un factor intrínsecamente traumático? En su elaboración de estas dos preguntas, la atención de Freud sobre el trauma determinado externamente irá empequeñeciéndose, e, inversamente, su interés sobre el conflicto interno se hará más importante cada vez.

La forma de desarrollar su teoría, implicará una nueva idea sobre el fin y el objetivo del tratamiento. En su período previo, el objetivo era relativamente simple: el paciente debe poner su historia traumática en palabras, especialmente esas partes que fueron olvidadas, es decir, reprimidas por la operación de los mecanismos de defensa. Este proceso de recuperación de la memoria tenía que ser tan completo como fuera posible, siendo la última palabra el máximo objetivo. Sin embargo, después del descubrimiento de Freud sobre la sexualidad infantil y sus fantasías corolarias, esta concepción ya no es aceptable. El cambio en materia del objetivo del tratamiento se vuelve obvio en un famoso escrito de 1914, titulado: Recordar, repetir y Reelaborar.

Este escrito quebranta la importancia psicoanalítica del proceso de recordar casi por completo, con el resultado de que la idea de recordar como objetivo terapéutico, desaparece al mismo tiempo. En lugar de eso, la cura analítica apunta ahora al advenimiento conciente de material que siempre ha sido inconsciente, y que nunca pudo ser olvidado en primer lugar. En este escrito, Freud denomina este factor como las fantasías inconscientes que determina obviamente esencia de la neurosis de alguien. Además, agrega que este advenimiento al conciente no es suficiente como objetivo terapéutico, debe ser seguido de un proceso llamado Durcharbeiten, reelaboración, el cual brinda al tratamiento un fin completamente diferente. Medio siglo después, Lacan reformulará las misma ideas con su “trasversión de la fantasía”, como el fin último del tratamiento analítico. No es coincidencia que Freud descubra en el mismo artículo la compulsión a la repetición, la Wiederholungszwang, que difiere de la repetición “normal”. La elaboración llevará algunos seis años.

A partir de este punto, la fantasía se vuelve el centro del tratamiento. La pregunta inicial – sobre si la etiología es real o no – ha desaparecido, y en lugar de eso, la idea de la fantasía debe ser entendida como el rasgo más característico del sujeto. De hecho, determina la forma en la cual los modelos del sujeto, representan y además se las arreglan con su pulsión. Mientras tanto, la fantasía se ha convertido en un concepto, denota un típico complejo de construcciones de representaciones que determinan la realidad psicológica del sujeto. Desde el punto de vista lacaniano, la fantasía no es la contraparte de la realidad, por el contrario, es precisamente lo que modela lo Real.

Esta teoría puede ser leída ya en Freud, aunque es solo en Lacan que encuentra su forma final. Resumida, esta teoría lacaniana dice lo siguiente: la pulsión es Real – traumático en esos momentos cuando el sujeto no dispone de los significantes adecuados para lidiar con los impulsos. Desde un punto de vista estructural, este es el caso de todo sujeto, debido al Orden Simbólico, que siendo un sistema basado en el significante fálico, carece de los significantes para tres aspectos del Real. Estos tres aspectos conciernen a la feminidad, la paternidad y la relación sexual. Tradicionalmente, estos son expresados por una serie de frases alternas, por ejemplo, Das ewig Weibliche, lo eterno femenino; Pater semper incertuus est, mientras que la madre es “certissima” («El padre es siempre incierto, la madre es certísima», antigua fórmula jurídica descrita en La novela familiar de los neuróticos, S. Freud, 1909), y Post coïtum omne animal tristum est (omne animal post coitum triste, mencionado por Freud en el Manuscrito F, 1894), Todo animal está triste después del coito. En estos temas, el orden simbólico no nos brinda una adecuada respuesta, por lo que cada sujeto tiene que manejarlos en el Orden Imaginario. Estas respuestas imaginarias determinarán la forma sobre como el sujeto se las arregla con toda problemática concerniente a la identidad sexual y la relación sexual.

En otras palabras: las fantasías del sujeto, siendo esas respuestas imaginarias – determinarán la forma en cómo alguien entra, incluso construye su mundo subjetivo.

La teoría estructural de Lacan ha conquistado el mundo analítico con una serie de slogans. Los tres aspectos del Real para los cuales el Orden Simbólico no brinda una respuesta adecuada, fueron promovidos por frases pegajosas o inquietantes, como: La Femme n'existe pas, La Mujer no existe, L'Autre de l'Autre n'existe pas, El Otro del Otro no existe, Il n'y a pas de rapport sexuel, La relación sexual no existe. Los efectos públicos o la histeria los sacan de su contexto estructural (como un periódico italiano que anunció que las mujeres no existen para Lacan) y del hecho de que el mismo razonamiento puede ser estudiado en la teoría de Freud. Por ejemplo, Freud escribe que todo niño, impulsado por su propio desarrollo sexual, se enfrenta con tres preguntas inevitables: el género de su madre y el de las mujeres en general, el papel que juega el padre y la relación sexual entre los padres. Cada niño construirá respuestas por si mismo, lo cual traerá consigo muy particulares construcciones, las llamadas teorías sexuales infantiles con el tiempo se producen contenidos pre-genitales imaginarios, focalizándose en el falo o en la madre castrada, el padre primordial o la escena primordial. Estas llamadas “teorías” son consideradas por Freud como los iniciadores de algo más, algo que se convierte cada vez más en el interés de Freud, tanto desde el punto de vista conceptual y terapéutico. Estas son las fantasías primordiales, construcciones necesarias para cada sujeto como respuesta a esos tres misteriosos aspectos de lo real. Para Freud, estas construcciones determinan la forma particular de la neurosis de alguien.

Hasta este momento, he acentuado las semejanzas entre la teoría freudiana y la lacaniana en estos temas, las lacanianas en la teoría de Freud. La gran diferencia se encuentra en el hecho de que, mientras uno se quede con Freud, puede tener la idea, la ilusión, de que existe una respuesta correcta, una construcción correcta. El fin terapéutico es entonces analizar la respuesta errónea, la construcción errónea y remplazarla por las correctas. Con Lacan, no existe tal respuesta correcta, la confrontación con el genero, la pulsión y la sexualidad son considerados por el como une rencontre toujours manquée, un encuentro siempre fallido. Esto tiene que ver con las cuestiones más importantes sobre la pulsión y la experiencia de satisfacción, y es sobre estos temas que volteamos nuestra atención ahora.

Antes de 1915, aproximadamente, Freud concibe un principio de placer demasiado unidimensional. Placer y la satisfacción que puede ser obtenida a partir de la pulsión, son causados por un proceso de descarga. Para hacer esto posible, hay una condición típica: la energía sexual tiene que estar ligada a complejos de representaciones, estos son, significantes. Esta conexión con palabras es muy importante para Freud, debido a que provee la plataforma por la que la elaboración psicológica lo hace posible. En caso de que falte esta conexión y la elaboración falle, entonces el paciente desarrolla un llamada “neurosis actual”, con ansiedad como síntoma central. La psicopatología en general y la histeria en lo particular tienen que ver con una conexión errónea, lo que Freud denomina como una falsche Verknüpfung, un “falso enlace” – piénsese en la fobia – causado por el conflicto entre el deseo y la prohibición. A partir de este falso enlace, tanto la descarga como la experiencia de satisfacción se vuelven imposibles, y el paciente desarrolla una psiconeurosis, que le sigue a la inicial neurosis actual. El tratamiento tiene que repara la conexión correcta, utilizando la asociación libre y el proceso de la interpretación, a través de los cuales la verbalización y la descarga se hacen posibles de nuevo.

Esta teoría y su tratamiento resultante son algo coherentes, solo existe una falla en esto: no funciona. La verbalización final, la última palabra que sigue faltando con las pacientes histéricas, parece como su ellas necesitaran seguir produciendo significantes dando vueltas alrededor de un núcleo que nunca pude ser expresado en palabras cabalmente. Además, el principio de placer falla al final. Más aún, en la práctica clínica, Freud tuvo que reconocer el hecho de que un numero de pacientes tiende a repetir cosas la cuales les produce mucho displacer. Veinte años después, de nuevo se ve confrontado con las neurosis traumáticas, y especialmente con neurosis de guerra.

La pregunta más importante, a la luz del principio de placer, es: ¿por qué es que las victimas de neurosis traumáticas tiene que repetir una y otra vez el trauma original, aunque siempre de forma fragmentaria? En Más allá del principio de placer (1920), Freud presenta una explicación utilizando una vieja idea, la Wiederholungszwang, la compulsión a la repetición. Esta compulsión debe ser entendida como un intento insistente del aparato psíquico de conectar lo traumático con significantes. Este proceso de conexión es necesario para la descarga y la posterior catarsis. La característica principal del trauma reside precisamente en la ausencia de esta conexión con los significantes, lo que implica al mismo tiempo que esta elaboración psicológica permanezca imposible.

Así recuperamos nuestra definición operacional del trauma desde el punto de vista freudiano. Un trauma es un elemento del Real que no puede ser puesto en palabras, además de imposibilitar la descarga normal. Durante su estudio sobre neurosis de guerra, Freud agrega otra peculiaridad: un trauma tiene menos impacto en alguien que ha sido herido físicamente. Aparecen entonces las heridas físicas como analogías de la descarga verbal. El mismo mecanismo puede encontrarse de manera trágica en pacientes con historia traumática. De hecho, algunos de ellos se producen heridas físicas, y su automutilación puede considerarse un intento de descarga de tensión.

Si uno acepta esta definición de trauma, nos enfrentamos con la pregunta sobre la procedencia de esta imposibilidad de verbalización. Desde un punto de vista terapéutico, quizá esta es la pregunta más importante, ya que la respuesta a esta pregunta determina la forma en cómo se conduce el tratamiento. Existen diversas hipótesis posibles, por ejemplo, la intensidad del estímulo traumático, su carácter inesperado que toma al paciente de sorpresa y sin estar preparado; o, en el caso de los niños, el hecho de que su aparato psíquico no se encuentra desarrollado todavía, etc. Como ya se ha mencionado, Lacan explicará esto desde un punto de vista estructural: algo aparece más allá del orden simbólico, más allá del principio de placer, debido a que es diferente, incluso extraño. Una de sus más bizarras características, además de la imposibilidad de verbalización, reside en el hecho de que produce una extraña forma de placer, extraña porque difiere de la forma del placer fálico que brinda el principio de placer y el orden simbólico.

Sobre esto, Freud condescendientemente replantea su principio de placer uni-dimensional y la complementaria teoría sobre la pulsión. Una ocurrencia de veinte años atrás reaparece: existe una fuente de displacer dentro de la misma sexualidad, existe una antinomia interna a trabajar. Es aquí donde encontramos la dificultad freudiana y nunca completamente aceptada teoría sobre la pulsión de muerte, Thanatos, opuesta a Eros, la pulsión de vida. Una de las pulsiones sigue el principio de placer, se encuentra conectado a los significantes lo que quiere decir que puede ser descargado; la otra pulsión se encuentra situada en un más allá no-verbal, no-fálico, no-descargable, literalmente operando en silencio. Contiene otra clase de placer – “placer” no es probablemente la palabra adecuada – que pertenece al orden del Real. En opinión de Freud, normalmente estas dos pulsiones trabajan juntas en lo que él llama Triebmischung, la fusión de las pulsiones. Considera que esta pulsión doble es un hecho ontológico que no puede explicarse en sí mismo, pero que puede usarse como axioma explicativo a partir de los datos clínicos.

Esta teoría será tomada por Lacan en su seminario Encore (Aún), donde elabora la contradicción entre el principio de placer fálico-simbólico y el placer resultante por un lado contra la otra jouissance, no-fálica, que se encuentra más allá de la dimensión del significante por el otro lado. Así como Freud, situará al primero del lado masculino. De hecho, para Freud, solo existe libido masculina. La otra, más misteriosa, se encuentra situada del lado femenino. Mientras, masculinidad y feminidad ya no pueden ser reducidas a su interpretación biológica. Deben ser entendidas como una posición elegida por los sujetos en torno a la falta determinada estructuralmente.

No es necesario mencionar que esta es una teoría altamente abstracta. Sin embargo, existen algunas repercusiones clínicas muy importantes, con las que quisiera terminar. Tanto la histeria como las neurosis traumáticas son causadas por una repentina y no descargable acumulación de tensión. En la histeria, esta acumulación viene internamente, y es causada por la propia pulsión del sujeto. En las neurosis traumáticas, la fuente es externa, que se junta con la previa, la interna. Esto implica que tanto en la histeria como las neurosis traumáticas se sostienen en una cierta relación entre ellas. La histeria comienza a partir de una falta determinada estructuralmente por el aparato psíquico, debido a una cierta jouissance[2] (Lacan) proveniente de una cierta pulsión (Freud) no se puede ligar a significantes, permanece fuera del orden fálico simbólico. La neurosis traumática llegan al punto máximo de este conflicto, y conlleva una extraña interacción con el conflicto interno, solo recordemos el fenómeno de la automutilación o la compulsión a la repetición. Esto extraño tiene que ver con el hecho de que algo dentro del paciente goza, en contra del deseo consciente del paciente. Este goce (jouissance) se encuentra más allá del principio de placer y es literalmente incomprensible. El ingenuo consejero benevolente que desea liberar a sus “sobrevivientes” de sus traumas, encontrará tarde que temprano este hecho, y no sabrá qué hacer con eso. Generalmente, nadie sabe qué hacer con eso, incluso actualmente, la mayoría de las teorías se encuentran basadas en el principio del placer, esto es, en la idea de que todo ser humano funciona de esa forma. El trauma demuestra de forma dolorosa que ese no es el caso, que existe un más allá.

Esto es lo más asombroso del trauma, y probablemente el aspecto más traumático del mismo trauma, la experiencia de que el cuerpo goce con la situación, una clase de goce ante la cual el sujeto se disuelve en horror. Además, vía el espejeo, este goce tiene un extraño efecto también en el terapeuta, basta pensar en la relación entre Kart y su “liberador” en “Apocalipsis ahora” de Coppola (o en “el Corazón de la oscuridad” de Conrad, si prefieren leerlo).

El tratamiento, cada tratamiento tiene el mismo fin como la compulsión a la repetición, y este es: abarcar esta experiencia inexpresable poniéndola en palabras. Existe una gran diferencia con la compulsión a la repetición: durante el tratamiento, este proceso de simbolización toma lugar dentro de la relación transferencial. Es precisamente este aspecto que decidirá los efectos terapéuticos.
En final, tenemos que admitir que nos encontramos con algo que no entendemos. En lugar de producir respuestas apresuradas -- Gardez-vous de comprendre, cuídese de comprender --, considero que es mucho más interesante formular una serie de preguntas.

¿Cómo comprender el hecho de que una descarga de tensión por el habla y una descarga por heridas físicas, producen más o menos el mismo efecto? La práctica clínica con las neurosis de guerra nos muestra que los soldados heridos son menos propensos a desarrollar una neurosis traumática que sus colegas no heridos en la guerra. La práctica clínica con desordenes por estrés post-traumático demuestra que los pacientes utilizan este método de descarga por medio de la automutilación. Además, en ambos casos, la herida debe ser sangrante, el dolor por si solo no es suficiente.

¿Cómo entender el marcado efecto de la escansión, la cual ha sido encontrada en una serie de reacciones auto-protectoras en pacientes, por ejemplo, el balanceo típico, los movimientos rítmicos? La combinación entre estos fenómenos físicos y el orden simbólico, el cual es esencialmente rítmico, orden de escansión, puede encontrarse de forma notable. Me refiero al movimiento de la música RAP, cuyas raíces se remontan a los veteranos negros de la guerra de Vietnam, que elaboraron sus experiencias traumáticas en sesiones grupales. Esta es la elaboración que trajo el nacimiento del RAP, el cual sirve, para mí, como un muy especial intento de regular el goce, la jouissance; muy especial precisamente a que es la combinación entre el ritmo físico y el orden Simbólico como tal.

¿Cómo entender la eficacia de los grupos en tratamiento por neurosis traumáticas, especialmente la eficacia de los grupos de autoayuda? ¿Es un mero efecto de reconocimiento mutuo, o va mucho más allá? ¿Pudiera ser que el grupo es necesario para desarrollar una simbolización, ya que cada lenguaje de simbolización requiere la convención de un grupo?

Estas preguntas son mucho más importantes que las ingenuas discusiones sobre el trauma y la fantasía de mi introducción.

[1] Título original: "Trauma and hysteria within Freud and Lacan", En: The Letter, Lacanian Perspectives on Psychoanalysis, Otoño, 1998, nr.14, pp. 87-105. Traducción por Héctor Mendoza.

[2] La traducción que se ha dado en castellano a “jouissance” ha sido “Goce”.

1 comentario:

Alex de la Iglesia dijo...

de rebote llegué por aqui y me quedé leyendo...

sabes?

se agradece la seriedad en estos espacios, mucha suerte con la página y con el resto de los proyectos que se te puedan ocurrir.

Hay que tomarse los espacios y expresarse, aunque yo llevo tiempo sin escribir nada en parte por malfuncionameiento del word (malditas máquinas) y por crisis literaria tmabien

saludos